«La socialdemocracia se extinguirá si no se regenera»
Manuel Cruz FilósofoEl catedrático de Filosofía recibe el homenaje de sus colegas con la publicación del libro 'Vivir para pensar'
MADRID.Actualizado:Autor de una rica producción ensayística, el catedrático de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Barcelona Manuel Cruz cumple 60 años y lo hace de la mejor manera a que un pensador puede aspirar, con un libro-homenaje en el que han colaborado otros profesores y su gran maestro, Emilio Lledó, que firma la introducción al volumen. En 'Vivir para pensar' (Herder), filósofos como Victoria Camps, Daniel Innerarity, Gianni Vattimo, Javier Muguerza o Beatriz Sarlo repasan la actividad intelectual de este hombre que ha dedicado su vida a un quehacer poco frecuente entre los españoles: el pensar. Manuel Cruz desconfía de la actitud acrítica con que se reciben las nuevas tecnologías, con una conducta «sumisa y genuflexa».
-Por qué los españoles, salvo pocas excepciones, son tan poco dados a la especulación filosófica?
-Para no dar una respuesta apresurada y simplista, habría que remontarse, como poco, a la contrarreforma, con su nulo aprecio por todo lo que representaba la racionalidad y el saber. Y si no queremos alejarnos tanto en el tiempo y aludir a lo más reciente, bastaría con recordar que, de la lista de los grandes filósofos de la modernidad (Kant, Hegel, Hobbes...), prácticamente ninguno de ellos podía ser explicado en España durante el franquismo. Los libros de filosofía que estuvieron en vigor durante la dictadura, de 1940 a 1970, eran en su inmensa mayoría fronterizos con la teología. De Descartes hasta el siglo XX todos eran sospechosos. ¿Y que decir de Nietzsche, Marx y Freud, a los que Foucault consideraba clave para entender la filosofía del siglo XX? Impensable resultaba ni siquiera considerar la posibilidad de hablar de ellos. La filosofía española, por decirlo con la expresión de Gregorio Morán, era un erial.
-¿Vivimos en una utopía tecnológica? Ya casi es un lugar común decir que todo está en Internet.
-No todo está en Internet, pero la gente vive como si todo estuviera en la Red. El enorme desarrollo de la tecnología está desdibujando el límite entre lo verosímil y lo inverosímil, entre el pasado y el presente. Mantenemos con respecto a la tecnología la misma actitud sumisa y genuflexa que mostramos ante los poderes económicos de Bruselas. Algunos hechos que se nos anuncian, como la presunta inminente desaparición de los periódicos en papel, los recibimos como si procedieran del destino. Quien se resista a ello parece que no acepta el signo de los tiempos.
-¿Está abocada a la extinción la socialdemocracia?
-Si no lleva a cabo su propia regeneración, está claro que está condenada a la extinción. El ocaso de las utopías en el siglo XX es algo evidente. La utopía soviética fracasó, mientras que la utopía socialdemócrata keynesiana no soportó la gran crisis económica de los años setenta, que abrió el paso, en la siguiente década, a la hegemonía neoliberal de Thatcher y Reagan. Por su parte, la Tercera Vía, impulsada por Tony Blair, rebajó las pretensiones redistributivas de la socialdemocracia clásica con el propósito de parar el golpe de la supremacía del liberalismo. Pero la fantasía de Blair de gestionar el capitalismo de un modo no demasiado injusto, aunque sin cuestionar que las desigualdades crecieran, también saltó por los aires.
Muro de Berlín
-¿El declive viene de lejos?
-El capitalismo se quedó solo en 1989 cuando se produjo la caída del muro de Berlín, cuyo derrumbe ya venía siendo anunciado a lo largo de los ochenta (baste con recordar la tan publicitada en su momento perestroika de Gorbachov). La izquierda de repente carecía de la capacidad de intimidación que ejercía sobre la derecha gracias a la amenaza soviética.
-¿La base social de la socialdemocracia ha sufrido un grave menoscabo?
-Las condiciones materiales han variado de manera sustancial. La fábrica, como lugar de encuentro de los trabajadores, hacía posible la existencia del movimiento obrero, que desplegaba sus propias formas políticas y sindicales. Todo eso tiende a desaparecer con fenómenos como la deslocalización de la industria o el teletrabajo. Buena prueba de ello la constituye la creciente debilidad de los sindicatos.
-¿Cuál es su percepción del 15M y organizaciones afines?
-Un rasgo característico de estos grupos es que se plantean el debate político en unos términos relativamente poco ideologizados, esto es, con poca doctrina. Ahí está el movimiento del pago por dación, que pide que se cancelen las hipotecas a cambio de devolver la vivienda u otros semejantes. Se trata de reivindicaciones que cabría considerar casi como de mínimos.
-¿Qué debemos entender por 'barbarización' de las élites?
-En este momento de severísima crisis, estamos viendo que el modo en que hemos seleccionado a nuestras élites constituye un problema. La enorme decepción que desde hace mucho tiempo se viene configurando en la opinión pública respecto a los políticos tiene que ver con lo que es percibido como una notable incompetencia por su parte. Aunque hay que decir, como consolador descargo para ellos, que si observamos cómo se han gestionado otros ámbitos como la economía, la justicia, la cultura o el periodismo vemos que hay un proceso de auténtico deterioro casi en todas partes.