Mandoble judicial con la Tizona
El marqués de Falces debe compatir el beneficio de la venta de la presunta espada del Cid
MADRID. Actualizado: GuardarTenían razón y lo ratifica el juez. Mercedes y Olga, hijas de Salustiano Fernández, pescador asturiano que cuidó hasta la muerte a Pedro Velluti Murga, marqués de Falces, son herederas y propietarias de media Tizona, la mítica y temible espada del Cid. Diez siglos después de la muerte del Campeador, su presunto e imbatible espadón aún reparte mandobles por vía judicial. Quien se dijo su legitimo y único propietario, José Ramón Suárez del Otero, actual marqués de Falces, deberá pagar 800.000 euros -la mitad de lo que obtuvo por su venta- a estas hermanas asturianas. Puede recurrir la sentencia y arriesgarse a más espadazos en instancias superiores.
Purificación Pujol Capilla, titular del juzgado 72 de primera instancia de Madrid, certifica que Salustiano Fernández y Jacinta Méndez, padres de Mercedes y Olga, heredaron la mitad de la espada y condena al marqués a entregar a sus hijas la mitad de los 1,6 millones de euros que se embolsó en 2007 por la venta a la Junta de Castilla y León del preciado acero, que reposa en su vitrina del Museo de Burgos. La Junta pagó al marqués gracias a una donación de 600.000 euros aportados por empresarios burgaleses. Suárez del Otero aportó documentos que lo acreditaron ante la institución como legítimo propietario del arma del Cid, pero enfrascado ya en el contencioso con la familia gijonesa, firmó un aval comprometiéndose a asumir responsabilidades en caso de un revés judicial.
Sostuvo que la temible y acerada hoja -93 centímetros de largo, 4,3 de ancho y 1.153 gramos de peso- había pertenecido durante seis siglos a su aristocrática estirpe. Pero hete aquí que su tío y antecesor en el título, Pedro Velluti Murga, nombró herederos a Salustiano y a su esposa. Tenía razones de peso. La pareja y sus hijas lo cuidaron con devoción durante tres décadas y hasta su muerte. Su relación se fraguó en Luarca, villa asturiana donde José María Velluti Zbikowsky, XVI marqués y propietario de la Tizona, veraneaba con su esposa y sus hijos, Pedro y Olga. El aristócrata pidió a la familia del pescador que cuidara de su hijo Pedro, invidente y enamorado del mar. El humilde matrimonio asumió la carga y sus hijas se trasladaron luego con Pedro Velluti a Madrid y Gijón, donde el noble, abandonado por su única hermana, falleció en 1986. Agradecido, Pedro Velluti nombró heredero universal a Salustiano. Años después las hijas averiguaron que su benefactor era también propietario de la mítica espada, depositada desde 1944 en el Museo del Ejército, y supieron de la venta. Reclamaron entonces la mitad del dinero que se embolsó Suárez Otero, iniciando la rocambolesca y pardójica batalla legal. Y es que no hay certeza del que el Cid blandiera la Tizona, cincelada en la primera mitad del siglo XI, según certificaron los expertos en 1998, y una falsificación del XVI para Menéndez Pidal.