Cabalgata de Reyes
Actualizado:Mi amigo Nelson Biranga soñaba con interpretar el papel de rey Baltasar en una Cabalgata de Reyes, preferiblemente la de Sevilla, si bien creo que de similar manera le hubiera gustado disfrazarse de novillero, de rejoneador, o de cualquier otro oficio españolista, de monosabio si me apuran, siempre que cualquiera de ellos comportara interpretar ritos de marcado matiz teatral, dramatúrgico. Cada vez que nos veíamos en su bufete de Londres, me lo reclamaba fuera cuando fuere, siempre desde su vehemente sentido de la inmediatez, muy africano por cierto, convencido de que mis influencias en España eran maravillosas y omnipotentes, capaces, pues, de obrar milagros. Su condición de bosquimano de Sudáfrica nos lo ponía difícil, pues los de su etnia sureña son muy menudos, lo que, en justicia, no le hubiere impedido interpretar a Baltasar, mas no así a cualquiera de los oficiantes más esbeltos del medio taurino con los que soñaba.
Creo, aún hoy, que aquella liturgia que escenificábamos, era un mero rito transcultural de mensaje ancestral, pues ambos sabíamos que su único, genuino, anhelo ceremonial hubiera sido sacar lo antes posible a su amigo Mandela de la cárcel, con un acto de excelsa liturgia civilizada de justicia. Con un clamor ritual de pacificación y concordia. Ambos eran emperadores del olvido, enemigos, por ello, del rencor y el encono. Su magnanimidad evitó que siguieran corriendo manantiales de sangre marchitada. En Londres se refugió en el excéntrico, incluso estrafalario, sentido del humor británico para encontrar alivio balsámico sanador de las quemazones de la sinrazón persecutoria y el oprobio. De la tortura y las insufribles vejaciones.
No tienen ocasión los niños africanos de soñar con Reyes bondadosos, con abuelos gordinflones tipo Papá Noel, con las barbas de plata de San Nicolás. No se organizan Cabalgatas de Reyes en la jungla de la República Centroafricana donde decenas de miles de niños se juegan la vida a diario guerreando, forzados por Joseph Kony, el líder del LRA, el Ejército de Resistencia del Señor, en calidad de soldados esclavos, de prostitutas milicianas. Lleva allí abusando de la infancia con saña indescriptible, desde hace treinta años, traficando con niños mártires de Sierra Leona, Uganda, Ruanda, Tanzania, raptados, comprados, permutados por armas. Me sigue costando un gran esfuerzo, una ácida indigestión, entender que no exista la posibilidad de localizar a este asesino de sueños y esperanzas y ponerlo a disposición de un tribunal incorruptible. Menos aún que se le sigan vendiendo armas, que se siga comerciando con él. Pidámosle a los Reyes Magos, aunque sepamos que este año mi amigo el abogado Biranga no hace aún de Baltasar, aunque no sea en Sevilla como hubiere siempre querido, aunque parezca trasnochado pedirle a los Cielos, los que fueren y donde estuvieren, que desaparezca la hipocresía institucional y todas sus abominables atrocidades.