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En modo avión

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Parece que ahora todo el mundo ha leído a Brecht y como una letanía van salmodiando su poema por los rincones. Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó, gimen, como una lamentación en los muros del facebook o ante los altos muros de la vergüenza que cobijan a los criminales -sí, los criminales- que nos han llevado hasta el altar del sacrificio como prueba y ofrenda de su ilimitado poder. Están ahí, todos los sabemos. Y ahora sabemos con certeza que en cualquier momento vendrán a por nosotros. Da igual que seamos obreros o intelectuales o curas o comunistas como los del poema. Sabemos que tarde o temprano estaremos en las listas de la miseria. Los funcionarios por funcionarios, los pensionistas por pensionistas, los parados por parados y hasta los niños, por venir a un mundo en el que ya no queda hueco para respirar. Unos tras otros iremos cayendo como el lastre, porque para levantar este globo sobramos prácticamente todos. Para jugar al coger no solo hace falta rapidez, sino astucia y estrategia. Lo vemos todos los días en esos documentales que un día fueron métodos para dormir y hoy se han convertido en manuales de supervivencia. Incluso el guepardo, el animal más rápido del planeta, mide sus fuerzas antes de lanzarse a por su presa. Si la carrera le supone más gastos que recompensa, prefiere ahorrar sus energías y con un «mañana será otro día» esperar la ocasión. Y así andamos todos, sabiendo que en este juego del «te cogí» unas veces somos el guepardo y el resto del tiempo somos la gacela, el antílope o el ñú.

Y por eso, no nos queda otra que intentar pasar este año que empieza lo más desapercibidos posible, ahorrando energías, intentando cargar esta vieja batería. Con perfil bajo -como el de la mayoría que nos gobierna-, y aún más bajas expectativas, esperando que amaine el temporal. Póngase en modo avión. No es cobardía, ni siquiera resignación. A veces, la elegancia del erizo es contagiosa.