Pakistán: Violencia... y política
Se escribe estos días mucho en sobre planes de los militares paquistaníes, y todos coinciden que, como otras veces, se intenta una solución política a la violencia
Actualizado: GuardarVeinte peregrinos chiíes paquistaníes, al menos, murieron cuando un vehículo-bomba accionado por control remoto explosionó contra su convoy cerca de Quetta, capital de la provincia de Baluchistán. Se dirigían al vecino Irán para visitar santuarios shiíes y el atentado es con seguridad obra de radicales islamistas sunníes de filiación no precisada aún por las autoridades.
La matanza llega solo horas después del anuncio de que 19 soldados (en realidad miembros de las unidades paramilitares) fueron ejecutados en Waziristan-Sur tras haber sido capturados el jueves por comandos del Tehrir-e-Taliban Pakistán, cuyo jefe, Hakimullah Mehsud, acaba de hacer una importante propuesta de negociación al gobierno.
En un video largo y en un ambiente distendido, Mehsud confirmó el jueves rumores extendidos en los últimos tiempos según los cuales el Tehrir, que se ha reforzado mucho en las provincias semiautónomas del noroeste, realmente fuera del control del gobierno, desea negociar con Islamabad, aunque advierte que no aceptará desarmarse. Los comentarios al respecto no han sido desmentidos por la real autoridad nacional en este orden, las fuerzas armadas.
Preparando el escenario post-guerra
El Tehrir ha sobrevivido a la muerte en agosto de 2009 de su fundador, el legendario Baitullah Mehsud (de la misma tribu, pero sin relación de parentesco con Hakimullah) quien en 2007 reunió a media docena de agrupaciones rebeldes en el contexto violento extendido por la interminable guerra en el vecino Afganistán en un área donde la frontera es meramente nominal y sin valor alguno.
Baitullah murió, como otros jefes rebeldes, por el disparo de un misil lanzado desde un drone (avión no tripulado) el arma preferida por los norteamericanos y que la CIA opera en número creciente y el mismo Hakimullah sobrevivió a un ataque idéntico en enero pasado. Desde entonces el joven jefe, de solo 33 años, ha consolidado su liderazgo en el grupo y parece listo para entrar en política en el escenario previsible en la región tras la retirada occidental de Afganistán prevista para finales de 2014.
Se escribe estos días mucho en Pakistán sobre planes de los militares paquistaníes, y todos coinciden que, como otras veces, se intenta una solución política a la violencia. La elaboración teórica del Estado Mayor y su jefe, general Ashfak Pervez Kayani, vuelve a los complejos esquemas del pasado, que oscilan entre la represión de la violencia islamo-terrorista (como prefiere Washington) y su reconocido doble juego de represión- negociación (secreta) en función de los datos disponibles.
Año electoral
Kayani, con todo, parece utilizar algo menos el argumento final de los militares, de éxito siempre asegurado, según el cual el enemigo real de Pakistán es… la India, para protegerse de la cual el país se dotó de armas nucleares de modo que su política en Afganistán debe procurar prioritariamente que los indios no obtengan en Kabul una posición de influencia. Por lo demás, los militares no parecen desear ejercer directamente el gobierno y no hay rumores de golpe de estado.
El general, por lo demás, acaba de hacer una declaración de completo respaldo a un proceso electoral “libre y limpio” que debe tener lugar lo más tarde en junio y cuyo resultado se presenta incierto porque el “Partido Popular Pakistaní”, el del presidente Zardari (viudo de la señora Bhutto, líder del partido fundado por su padre, Zulfikar) ha perdido apoyo por la mala situación económica y la falta de éxito contra la violencia política y la delincuencia común.
La campaña ha empezado de hecho y ha visto la entrada en liza, aunque aún impedido por la edad (tiene solo 24 años) de Bilawal Bhutto, quien ya concluyó sus estudios en Oxford y se hará cargo a lo largo del año próximo de la dirección del partido y de la casa Bhutto. El, como todos, sabe que los uniformados seguirán siendo la referencia político-nacional de fondo y tendrán la última palabra en la estrategia regional, el futuro de Afganistán y la lucha contra la rebelión armada islamista.