El Rey reclama a los partidos que olviden el corto plazo y hagan política en mayúsculas
Convoca a reeditar el pacto de la Transición como salida a la crisis, a la tensión territorial y al desapego social con las instituciones
MADRID. Actualizado: GuardarDon Juan Carlos centró su discurso de Nochebuena en reclamar a todos los partidos, de forma muy particular a PP y PSOE, que se olviden del «corto plazo», que sepan renunciar a los intereses particulares por el «general» y que «sumen fuerzas» para hacer una política «con mayúsculas» que saque a España de «uno de los momentos más difíciles» de su historia reciente.
El monarca invocó explícitamente el espíritu, el comportamiento y los pactos de la Transición, un trabajo que bautizó en dos ocasiones como la «política grande», que es la que reivindicó durante buena parte de su alocución para España. Presentó su demanda como el revulsivo indispensable que precisa el país no solo para lograr la salida de la crisis económica sino también para acabar «con el desapego hacia las instituciones y la función política que tanto nos preocupa», e, incluso, como la fórmula desde la que encauzar las tensiones territoriales y desafíos soberanistas como el catalán.
La política, «que no vive hoy sus mejores horas en la percepción de los ciudadanos», es, insistió una y otra vez, «el instrumento necesario para unir las fuerzas de todos y acometer la salida de la crisis y los retos que tenemos por delante», al tiempo que para acabar con el pesimismo social que está detrás del propio desapego hacia los políticos.
El Rey, en su primera aparición pública tras la implantación en noviembre pasado de una prótesis en su cadera izquierda, ignoró en su mensaje el 'annus horribilis' vivido por sus problemas de salud, el gran desgaste institucional que le supuso la polémica cacería en Botsuana y el terremoto del 'caso Urdangarin' y se colocó en el papel central que le otorga la Constitución, de moderador y motivador de la acción política, perfil en el que, de hecho, fue en la Transición cuando más brilló con luz propia.
El monarca, aunando las apuesta políticas de PP y PSOE, señaló que «austeridad y crecimiento deben ser compatibles» en la estrategia de salida de la crisis y que «las renuncias de hoy han de garantizar el bienestar de mañana y asegurar la protección de los derechos sociales, que son seña de identidad de nuestra sociedad».
Don Juan Carlos aseguró por dos veces que, sin embargo, en la superación de la recesión «no todo es economía» y destacó que «el primer estímulo que nos sacará de la crisis se llama confianza» y que su recuperación es una tarea colectiva, pero un trabajo que deben liderar, como en los albores de la democracia española, los políticos.
Recordó que entonces también se superó una grave crisis y se aumento el bienestar y piensa que se logró «porque teníamos confianza en un proyecto compartido por todos y en nuestras posibilidades de salir adelante». Cree que fue «la política grande» que entonces abordaron los partidos la que permitió inaugurar «una nueva y brillante etapa integradora en nuestra historia» y que es también es la «única» que ahora «tiene la capacidad de reafirmar la confianza en nuestra gran nación, de abrir nuevas puertas a la esperanza».
Ni Botsuana ni Urdangarin
El Rey utilizó hasta siete párrafos de su mensaje para explicar qué política «con mayúsculas» es la que recomienda. La describió como la que, «desde el Gobierno o la oposición», tiene como único interés «el bienestar de los ciudadanos», la que «respeta la diversidad e integra lo común para sumar fuerzas, no dividirlas», y la que se acomoda «a los principios de ética personal y social», dijo, con la que fue la única alusión velada a la corrupción en algunas instituciones.
Don Juan Carlos terminó la reflexión con un párrafo en el que, de manera conjunta, concluye su llamamiento a los pactos de Estado y hace la que parece su única alusión a las tensiones secesionistas con Cataluña. Indicó que para llegar al «éxito de todos» hay que promover «el respeto mutuo y la lealtad recíproca», que son los valores sobre los que «hace tres décadas» se puso en pie un marco de convivencia, «con el reconocimiento de nuestra pluralidad y el amparo de las diferentes lenguas, culturas e instituciones de España». «Es hora de que todos miremos hacia adelante y hagamos lo posible por cerrar las heridas abiertas», reclamó su majestad, no sin remarcar que el triunfo colectivo debe de estar «basado en el respeto a las leyes y a los cauces democráticos». Nada de violaciones de la Constitución o de referendos ilegales, pareció decir.
Entre las variadas ausencias del mensaje real algunos partidos y analistas incluyen un pronunciamiento más duro y directo contra el reto independentista catalán, algo más parecido al contenido de la carta que don Juan Carlos colgó el 18 de septiembre de su nueva web, en la que llamó a la unidad de los españoles y pidió a Artur Mas que abandonase sus «quimeras» separatistas.
El discurso, en el que el monarca destacó los sacrificios de las familias, y especialmente de los jóvenes, para salir de la crisis, pero sin citar los desahucios, no incluyó tampoco una sola referencia a los problemas de su familia y a Iñaki Urdangarin -tema que copó el interés en 2011-, ni a la erosión de su imagen y de la de la Corona, ni a los tradicionales recuerdos a las víctimas del terrorismo y a las fuerzas armadas.