Otra legislatura perdida para Italia
El Ejecutivo tecnócrata cae tras salvar a Italia de la amenaza de la prima de riesgo y mejorar la imagen del país en la UE Los trece meses de Monti solo han salvado los muebles tras el nefasto Gobierno de Berlusconi
ROMA.Actualizado:Al despedir el Gobierno de Mario Monti el presidente de la República, Giorgio Napolitano, ha dicho que pone fin a «una legislatura desperdiciada». Y no se sabe cuántas van ya. Italia sigue su declive imparable desde hace dos décadas, sin ningún crecimiento económico, y ha vuelto a perder otra ocasión única, más bien dos. La primera, con el Ejecutivo de centroderecha de Silvio Berlusconi formado en 2008, que tenía una cómoda mayoría para acometer por fin las reformas que necesita el país. Pero como ocurrió con su anterior experiencia, de 2001 a 2006, no hizo nada más que ocuparse de sus asuntos y salvarse de sus procesos. La segunda oportunidad era aún más excepcional. El Gobierno técnico de Monti, colocado en noviembre de 2011 para atajar la emergencia económica, tuvo por primera vez en la historia de este país carta blanca y libertad de actuar con los políticos atados de manos. Se puede pensar que es un déficit democrático, pero en este caso se trataba de una bendición, pues se trata de una de las clases dirigentes más golfas, corruptas e incompetentes de Europa. Monti salvó a Italia de la amenaza de la prima de riesgo y en eso ha cumplido su misión. Aunque para transmitir más confianza que Berlusconi valía hasta el pato Donald. El Gobierno técnico cortó la hemorragia metiendo la tijera, subiendo impuestos y dando buena impresión en la UE. Pero poco más, además de buenas palabras e intenciones.
Monti tiene al menos el mérito de haber devuelto dignidad, centralidad y seriedad a la política italiana, tras la indigestión de la verbena de Berlusconi. En su primer año el magnate pareció que hacía algo, con sonadas reformas de la Educación y de dinamismo en la Administración que luego se han quedado en poca cosa. Después, en abril de 2009, llegó el terremoto de L'Aquila, donde dio sensación de efectividad, aunque allí sigue todo patas arriba. Naturalmente perpetró varias leyes para burlar sus juicios, como un nuevo intento frustrado de inmunidad. Después ya fue todo cuesta abajo. Ese verano empezaron los escándalos sexuales. Primero con la menor Noemi Letizia, que le costó las primeras broncas públicas con su mujer, siguieron las 'escort' desveladas por Patrizia D'Addario, que culminó su divorcio, y finalmente 'Ruby' y las juergas del 'bunga bunga', que terminó en los tribunales, con el primer ministro procesado por prostitución de menores.
En diciembre de 2009 un desequilibrado le partió la cara con una estatuilla del 'Duomo' de Milán. Abandonado por algunos de sus aliados, rehén de la Liga Norte e incapaz de tomar ninguna medida incisiva para frenar el deterioro económico, Berlusconi perdió la mayoría parlamentaria mientras a Italia le asediaba la prima de riesgo, que llegó a superar los 500 puntos. En una rueda de prensa que humilló a Italia, Merkel y Sarkozy se reían con conmiseración al oír mencionar a Berlusconi.
El 'Cavaliere' cayó y ante la urgencia, sin tiempo para unas elecciones, Napolitano jugó magistralmente sus cartas para que los partidos aceptaran un Gobierno técnico. No tenían más remedio. Fue un experimento sorprendente. Esos ministros robados a sus profesiones hablaban sin ínfulas, sabían lo que decían y tenían tan mala opinión de los políticos como la calle. Monti era todo un señor, transmitía sensatez y sabiduría y de repente Italia volvió a existir en Europa. En veinte días aprobó un plan de ajuste de 30.000 millones llamado directamente 'Salva Italia'. En total al final ascenderán a 42.100 millones hasta 2014. Dentro estaba una gran reforma de las pensiones que urgía desde hace años, pero nadie había tenido narices de hacer. Ha sido su mayor logro. Los italianos asumieron que venían tiempos duros y hoy viven más asfixiados que hace un año. La presión fiscal, ya altísima, ha subido del 42,6% al 45,2%, y el paro, del 9,4% al 11,1, histórico para Italia. Se supone que a los sacrificios iban a seguir medidas de estímulo y crecimiento, pero nunca llegó nada. Tampoco se emprendieron las grandes reformas de liberalización anunciadas.
Menos impulso
El impulso inicial del Gobierno se fue parando. Quizá fue porque pasó el susto. En marzo la prima de riesgo bajó hasta 278 puntos, mientras Monti triunfaba en la UE y lideraba una oposición suave pero eficaz contra Merkel, que le llevó a imponer en junio un escudo para proteger a Italia y España. Pero en casa empezó a pasar esa suspensión temporal irrepetible del poder de chantaje de partidos, 'lobbies' y gremios que atenazan al poder en Italia. En realidad Monti tenía una posición incómoda: su mayoría en el Parlamento era prestada, y compuesta por enemigos jurados, la derecha de Berlusconi y el Partido Demócrata (PD) de centroizquierda. El PD ha colaborado casi siempre lealmente, pero el magnate ha estado torpedeando todo lo que no le interesaba.
Pero lo peor es que mientras Monti salvaba la casa del incendio, los partidos deberían haberse puesto de acuerdo en tres o cuatro cosas de cajón para devolver credibilidad a la política. No han hecho ni una. Prometieron todas. No se recortará el número exorbitante de provincias. Tampoco se reducirá el millar exagerado de parlamentarios. Apenas se tocarán los privilegios y despilfarros de la 'casta' de los partidos. Y sobre todo no se ha cambiado el desastroso sistema electoral vigente, porque cada uno quería el que más le beneficiaba. Al final se votará con el mismo, la 'porcata' (cerdada), un sistema ideado por Berlusconi en 2005, cuando iba a perder, para garantizar la inestabilidad política, pues es difícil ganar en las dos cámaras. De esta manera el desencanto en la calle no ha hecho más que crecer y el movimiento de protesta de Beppe Grillo ha subido como la espuma. Ahora Italia irá a votar el 24 de febrero en unos comicios que tras el paréntesis de Monti pueden acabar de rematar el sistema de partidos tradicional. Todos los viejos líderes -Berlusconi, Bossi, Fini, Casini, Di Pietro- pueden quedar muy tocados. Italia pide un cambio de una vez por todas y una legislatura que sirva para algo.