Si hemos llegado hasta aquí
Actualizado: GuardarSi hemos llegado hasta aquí, sólo existen dos posibilidades, o que el fin del mundo era un capítulo mil veces repetido de Pedro y el Lobo, o que hemos sobrevivido al cataclismo maya. En cualquiera de los casos, si está leyendo esto, significa que todavía seguimos aquí, usted y yo, con las manos vacías, dispuestos a olvidar el futuro enredándonos dulcemente en la letanía de los niños de San Ildefonso, en la pedrea de los sueños y buscando entre los recuerdos un pensamiento feliz con el que volar al pasado. Con el que volar a casa. Para volver a salir del colegio con las notas en la cartera y todo un mañana bajo el brazo, para montar el árbol con sus hermanos peleándose por colocar la estrella lo más alto posible, para arrugar el papel de aluminio y hacer con él un río inverosímil en el que los peces beben y beben y vuelven a beber, para buscar los regalos escondidos en el armario de sus padres. Para perder una tarde haciendo planes y ganar una noche de primeros escotes y corbatas torpemente anudadas mientras llega el nuevo año, para brindar por el amor eterno y las vidas por llegar, para vestir otra vez a sus hijos de pastores, para escribir de nuevo con ellos cartas llenas de futuro a los Magos, para contar de una hasta doce las uvas de la suerte, para llorar a los que se fueron, para oler otra vez a lentisco y a anís y a pestiños, para dejar de ser el Scrooge de Dickens. Busque en su memoria al fantasma de la navidad pasada, sacuda el polvo del mapa del tiempo y déjese llevar por los recuerdos. Tal vez no sepa a dónde vamos, pero lo que sí es seguro es que, sabiendo de dónde venimos encontraremos motivos para comprender que si hemos llegado hasta aquí, podemos continuar el camino, aunque hayamos perdido el norte, aunque nadie nos guíe. Y olvídese por unos días de esa paga que ya nunca volverá, de los peores años de nuestra vida, de la subida de la luz, de la edad de la jubilación, de los recortes, del paro, de la crisis, de las privatizaciones y de la ley de educación. Intente desandar los pasos que nos apartaron de la realidad y vuelva a casa, como el turrón.
Pero no caiga en la tentación fácil. No se esconda detrás de las viejas fotografías, ni huya al punto de no retorno. No olvide que un país que presume de tener un currículum redactado por un payaso –sin desperdicio el anuncio de Fofito y los chorizos– no puede llegar muy lejos. No se pierda en el pasado. Porque hay que tener muy claro que los recuerdos sólo sirven para apuntalar el futuro, para cimentar la esperanza de un mañana mejor, para sacar fuerzas de tanta flaqueza. Bébase a mi salud –y a la de cuantos creen que esto no era el fin, sino el principio de un mundo nuevo– una copa bien cargada de optimismo. Si hemos llegado hasta aquí ¿por qué no seguir?
Feliz Navidad