Los trucos de belleza de Cleopatra
Una exposición recuerda que en el Antiguo Egipto y en la Roma y Grecia clásicas ya eran esclavos del culto cuerpo
BARCELONA. Actualizado: GuardarEn la Grecia clásica, las damas (y los apuestos senadores) no podían acudir a la consulta del cirujano plástico para hacerse unos retoques o para aplicarse unos pinchazos de bótox como hacen hoy en día las estrellas del papel couché. Pero tenían sus trucos para lucir unos rostros tersos y con apariencia de ser más jóvenes. Las mujeres, igual que ahora se cubren la cara de pepino, se ponían máscaras faciales elaboradas con harina. Por la mañana, cuando se levantaban, se retiraban el mejunje y se limpiaban con leche.
En el siglo I antes de Cristo, el poeta Ovidio, en cambio, aconsejaba a sus musas que utilizaran mascarillas vegetales. El cuidado del aspecto es algo común en todas las épocas, según recuerda una exposición que se inauguró ayer y permanecerá abierta hasta junio en el Museo de Arqueología de Cataluña, en Barcelona.
'Historias de tocador, cosmética y belleza en la antigüedad' exhibe los ungüentos, perfumes, maquillajes, tintes y joyas que usaban hace siglos y muestra algunos detalles curiosos, como el hecho de que en el Egipto de los faraones, y en la Grecia y Roma clásicas no conocían el jabón sólido. Para lavarse utilizaban una esponja empapada en sustancias abrasivas como la raíz de la saponaria, la sosa, o la ceniza de haya o directamente la piedra pómez. Después se aplicaban aceites para evitar la resecación y las grietas de la piel. La muestra concluye que depilarse era ya por entonces un hábito para hombres y mujeres.
Teñirse el pelo también era habitual. En concreto, en Roma, las canas se disimulaban con el color artificial. Si éste era negro o castaño, era para transmitir castidad y en general se usaban cenizas y grasa animal. Eso sí, la gran revelación para las romanas ricas fue teñirse de rubio para lucir cabellos dorados como las bárbaras de la Germania que tanto seducían a sus maridos y a las legiones del Imperio. Para ello, se aplicaba azafrán, como con el arroz, o grasa de cabra y cenizas de haya. Las pelucas hacían furor entre las más 'pijas' y Mesalina, la esposa del emperador Claudio, llegó a coleccionar más de 700, todas ellas rubias.
En el caso de los hombres, Ovidio argumentaba que un mal corte de pelo podía estropear un rostro bello. Sobre todo la calvicie, considerada un defecto y que se disimulaba peinando el cabello hacia delante, con postizos, pelucas o aplicando ungüentos.