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Héroes

RAMÓN PÉREZ MONTERO
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Cada época forja sus propios héroes. En la nuestra los deportistas visten la égida en otros tiempos reservada a los colosales guerreros, ya fueran éstos reales o pertenecieran al imaginario colectivo. En concreto, en España son los futbolistas los dueños de los más altos pedestales. Dos de ellos parecen disputarse ahora el liderazgo absoluto, tal que semidioses: Messi y Ronaldo.

Desde mi posición de simple mortal, y valiéndome de las sutiles interpretaciones que Roberto Calasso hace precisamente de los héroes mitológicos, pienso que ambos personajes representan modelos simbólicos claramente opuestos, por lo que resultan expresiones de categorías humanas de muy diferente metal.

Ambos comparten una serie de cualidades: esa capacidad de control que los griegos llamaron sophrosýne, la habilidad de dominar y dominarse, la sobria elección de los medios para alcanzar los fines, la agudeza de la mirada para captar cualquier ocasión y aprovecharla. Todo ello les otorga la ilusión de utilizar las fuerzas sin ser utilizados por estas mismas fuerzas.

El peligro está en que esa mirada no sea capaz de verse a sí misma. Atenea era la diosa que ayudaba a los héroes a reconocer que la mirada es otra fuerza poderosa. Esta es la clave que los hace diferentes. Por un lado tenemos a Áyax, el héroe ingenuo e insolente que replica a su padre que incluso sin ayuda de los dioses puede alcanzar la gloria. Atenea destruyó la mente de Áyax porque es diosa despiadada con quien celebra su propia autonomía con palabras torpes, con quien utiliza sus dones olvidándola: mirada aguda, rapidez de pensamiento, pericia (en nuestro caso en el pie), inteligencia que arranca la victoria.

En el otro extremo nos encontramos con Ulises, cuyo supremo valor estriba en ser capaz de reconocer a Atenea en cualquier lugar, como permanente presencia protectora, pues entre las armas que la diosa otorga a los humanos no figura la de librarse de ella. El Ulises calzado con botas de futbolista escucha la voz secreta de la diosa en las de cada compañero, en la de su entrenador, en la de su padre, en el murmullo del público.

Quien no reconoce la voz de la diosa es el héroe altanero e ignorante representado por Áyax. El heredero de Ulises continúa conversando silenciosamente con Atenea.