Pastor, la ministra apagafuegos
Su implicación directa ha permitido desconvocar las huelgas en Iberia y Renfe que amenazaban los desplazamientos navideños La titular de Fomento sofoca conflictos que perjudican a la imagen de España
MADRID.Actualizado:Mientras que hay ministros del Gobierno que parece que prefieren alimentar los incendios, Ana Pastor ha optado por templar ánimos y sofocar pacíficamente las huelgas prenavideñas. La estrategia es sencilla: «No me levantaré de la mesa hasta que no logremos un acuerdo». Lo ha hecho. Varias veces. El resultado ha sido bueno para evitar más conflictos laborales, que perjudican la marca España y serían demoledores para la imagen del Gobierno. Y, efectivamente, en poco más de un mes Ana Pastor ha afrontado tres duras negociaciones y en todas hubo fumata blanca: servicios mínimos acordados con los sindicatos para el transporte público el 14 de noviembre y sendas huelgas desconvocadas en Iberia, por un lado, y en Renfe y Adif, por otro. No es mal balance como pacificadora.
Pero la titular de Fomento tiene abiertos muchos otros frentes aún no resueltos. Por ejemplo: la liberalización total del transporte ferroviario, con la entrada de competencia privada en viajeros; la privatización de Aena, donde ya se ha reducido el horario de apertura de diecisiete aeropuertos y se va a prescindir de más de 1.600 trabajadores; el drástico recorte de las inversiones en infraestructuras; la política de vivienda, para la cual quiere que las ayudas públicas se orienten a fomentar el alquiler y no la adquisición de vivienda; y la decisión sobre si imponer o no peajes en las autovías. Reformas todas ellas de calado, aunque el PSOE critica que no busca el diálogo político para ello.
A su llegada al ministerio, la escandalizó el nivel de endeudamiento acumulado: Adif, 14.600 millones de euros; Renfe, 5.200; FEVE, 530; Aena, 14.943 y Puertos del Estado, 2.600. Es decir: el Ministerio con más golosinas, el que ha tenido otros titulares que recorrían el país en loor de multitudes con su maná de grandes inversiones, estaba en barbecho, sin dinero. Así que no ha tenido otro remedio que hacer de la austeridad su estandarte, en parte por carácter -le parece un «bochorno» inaugurar ampulosas estaciones de tren que van a tener pocos o ningún pasajero-, y en parte porque no le queda otra. Por eso también repite en público la letanía de «no hay que gastar lo que no se tiene», a pesar del terrible daño que esta filosofía -la licitación oficial de obras públicas se ha reducido un 56% en los diez primeros meses del año- ha supuesto para las empresas constructoras y para el empleo.
El sector maneja unas cifras macroeconómicas sobre las que hay consenso: la historia reciente de España -durante los años de bonanza- demuestra que por cada millón de euros invertido en infraestructuras se generan entre 25 y 35 puestos de trabajo nuevos. Y de cada cien euros que el Estado gasta en ellas, sesenta retornan a las arcas públicas en impuestos y cotizaciones sociales. Pero esas teorías no han bastado para que el nuevo plan de infraestructuras del Gobierno caiga por debajo del 1% del PIB durante los próximos doce años. Toda una eternidad de recortes. Un horizonte previsiblemente conflictivo y duro, que exigirá de Pastor toda su capacidad de negociación.
Para compensar el efecto de los recortes, la ministra y su equipo han emprendido una intensa labor de apoyo a la internacionalización de las empresas constructoras y del transporte españolas. En los últimos meses, ha viajado a la India, a Brasil y a Panamá, entre otros países, para abrir puentes y facilitar la obtención de contratos. Ahora buscan que a los proyectos internacionales se presente un único consorcio español, integrado por empresas privadas y públicas, con el fin de concentrar esfuerzos e intentar repetir el contrato del siglo, el del AVE La Meca-Medina.
Pastor cuenta con la plena confianza de Rajoy, al que le une un vínculo de amistad desde que eran jóvenes y una relación de trabajo cimentado a lo largo de muchos años en que fue su mano derecha como subsecretaria en los ministerios de Educación, Interior y Presidencia. Exigente y perfeccionista, llega al ministerio a las ocho y media y no es raro que se vaya la última. Tiene un equipo de confianza formado en su mayoría por funcionarios, en el que destaca el secretario de Estado de Infraestructuras, Transporte y Vivienda, Rafael Catalá, al que todos reconocen su capacidad. Por confianza y por austeridad, la ministra ha aglutinado en él lo que antes desarrollaban tres secretarios de Estado.
Sus colaboradores aseguran que la ministra contesta personalmente todas las llamadas de empresarios, presidentes autonómicos, alcaldes o sindicalistas preocupados. Y son muchas. Ahora, tendrá que volver a exigir que nadie se levante de la mesa hasta que se apague su fuego más urgente: el plan de ajuste de Iberia.