Gracias

Llevo algún tiempo alejada de esta ventana que un día me prestó Lalia González-Santiago y después de unos meses ha llegado el momento de retomar esta relación entre Ud. y yo que tantos buenos ratos me ha regalado. Antes de nada quería que mi vuelta sirviese para que supiera cuánto ha cambiado todo para mí, y para en la medida de lo posible sirva como defensa del sistema sanitario público andaluz. No lo sabe, pero el pasado 7 de agosto mi vida, y a pesar de ser media noche, se desplegaba a colores como un atlas. Posiblemente haya frases menos manidas, mejores incluso, pero quizá ninguna sintetice mejor lo que sentí cuando vi a mi pequeña Candela. Quiero, y después de este parón, que mis torpes palabras sirvan para reconocer la profesionalidad y también el afecto con que Higinio, David, Carmen, Lucia, Sofía o Margarita me ayudaron, nos ayudaron, a mi hija y a mí en un interminable lunes. Intuía que un parto no era una intervención sin importancia, hoy se cuanta complicación y riesgo conlleva facilitar la venida al mundo a un bebé, por ello creo obligado reconocer la labor de profesionales que, como los mencionados, y al margen de cifras y discursos, dan dignidad y saber hacer a la sanidad pública. Gentes que día a día trabajan con el tesón y la vehemencia precisa para que cuanto les limita en su quehacer repercuta lo menos posible en Ud. o en mí, defendiendo con la mejores herramientas que poseen uno de los pilares fundamentales de nuestro cada vez más maltrecho estado del bienestar. Me gustaría que comprendiese esto que escribo como un reconocimiento individual a quienes no se les suele agradecer a menudo cuanto hacen, y también como lo que pretende ser: un alegato en defensa de la sanidad pública y universal. Quiero que esto último lo hiciera también suyo, mas que nada para que un día y a los que comienzan a vivir, no les contemos y como si de un cuento se tratara, que hubo un día en el que todos los que vivíamos en este país teníamos acceso por igual a cuidados médicos.