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Una bandera palestina formada con globos de colores sobrevuela Ramala para recibir a Mahmud Abás. :: AHMAD GHARABLI / AFP
MUNDO

Israel enfría el recibimiento de Abás

El Gobierno hebreo prosigue su ofensiva contra el nuevo Estado palestino congelando la transferencia de los impuestos

MIKEL AYESTARAN ENVIADO ESPECIAL
GAZA.Actualizado:

Mahmud Abás regresó de Nueva York y tuvo bienvenidas muy distintas a los dos lados del muro. Miles de seguidores esperaron durante horas a las puertas de la 'muqata' (sede presidencial) de Ramala para vitorear a un líder cuyas primeras palabras a la multitud fueron: «Por fin tenemos un Estado». Después de vivir los últimos meses a la sombra de Hamás -que hace una semana desafió a Israel durante la operación 'Pilar de defensa'-, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) se dio un baño de multitudes gracias a su decisión de llevar ante la Asamblea General de Naciones Unidas la solicitud de convertirse en un «Estado observador no miembro».

Ante un público entregado, Abás destacó que tienen «el apoyo de mundo» y dejó muy claro que la prioridad antes de adoptar cualquier medida es «lograr la reconciliación nacional» entre las distintas facciones palestinas.

Pero al otro lado del muro, la cosa fue bien distinta. En apenas 48 horas Israel ha respondido al nuevo Estado palestino adelantando el plan de construir 3.000 nuevas viviendas más allá de la 'Línea verde' -la frontera reconocida internacionalmente de Cisjordania desde 1967-, y nada más llegar Mahmud Abás ayer a Ramala, el ministro de Economía hebreo, Yuval Steinitz, anunció la no transferencia al Gobierno palestino de 460 millones de sheckels (98,8 millones de euros al cambio). «No pienso transferir el dinero este mes, lo utilizaré para pagar las deudas que la ANP ha contraído con la empresa de electricidad de Israel», declaró en la reunión semanal del Consejo de Ministros, según recogió el diario digital 'Yedioth Ahronoth'.

Esta congelación en la transferencia del dinero recaudado es una estrategia habitual y el martes pasado, según los medios locales, las autoridades israelíes transfirieron 200 millones de sheckels (40 millones de euros al cambio), que fueron básicos para poder pagar las nóminas de los funcionarios de Cisjordania. Una especie de palo y zanahoria que está en su mano ya que los Acuerdos de Oslo (1993) fijaron que la Hacienda hebrea recaudaría todos los meses las tasas y aranceles aduaneros de los productos que entran al territorio palestino bajo su control.

Aunque los dirigentes judíos califican de «simbólico», el nuevo estatus palestino han reaccionado rápidamente reforzando su política de expansión colonial y jugando la carta de la presión económica. La ANP sabía que Israel iba a aplicar castigos tras la votación de Nueva York y ahora espera contar con la ayuda de los miembros de la Liga Árabe para hacer frente a los efectos de estas medidas.

Desapercibido en Gaza

Poco importa el malestar de Estados Unidos ante el anuncio de la construcción de nuevas viviendas en las colonias, o las resoluciones emitidas por la ONU hasta el momento contra los asentamientos en Cisjordania. «Hoy estamos construyendo y seguiremos construyendo en Jerusalén y en todas las zonas que están en el mapa de los intereses estratégicos del Estado de Israel», subrayó el primer ministro hebreo, Benjamín Netanyahu. Su Gabinete rechazó la decisión de la Asamblea General de la ONU y defendió «el derecho natural, histórico y legal del pueblo judío a su tierra y a su capital eterna, Jerusalén».

En Gaza la llegada de Abás pasó desapercibida. Las calles de la Franja están engalanadas con las banderas verdes de Hamás, que esta semana cumple su 25 aniversario, y grandes carteles en los que se da las gracias a Irán por el apoyo militar prestado durante la reciente guerra.

Los líderes del grupo fundamentalistas dieron su apoyo público al plan del presidente en lo que se ha interpretado como un paso hacia la reconciliación nacional, pero es toda una incógnita saber la forma en la que van a poder convivir las estrategias antagónicas de Hamás y Mahmud Abás.