Capítulo 'El mejor café del mundo', de 'A comer y a beber'. :: EDICIONES SINS ENTIDO
Sociedad

Más que bocadillos

El cómic 'A comer y a beber' se convierte en un singular manual de cocinaGuillaume Long, bloguero gastronómico de Le Monde, se une a los autores que ligan fogones y viñetas

MADRID. Actualizado: Guardar
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La lasaña de Garfield, los bocatas de elefante de Otilio, aquellas hamburguesas que devoraba Pilón o esa sopa que tanto odiaba Mafalda son solo el comienzo de una relación que se antoja apetitosa. Nos referimos a ese prolífico maridaje entre la gastronomía y las viñetas, quizás por aquello de que los cómics se alimentan de bocadillos.

Consciente de ello, o quizá solo llevado por el buen humor que sus amigos dicen que gasta, Guillaume Long comenzó en 2009 a cocinar un blog gastronómico alojado en la web del diario Le Monde, 'À boire et à manger' (http://long.blog.lemonde.fr). Su particularidad, las viñetas con que lo adereza y que ahora tienen su ampliación en 'A comer y a beber', editado por Sins Entido.

Mezclar y aliñar ensaladas de diente de león o de calabacines exprés no es lo único que el lector aprenderá entre sus páginas. En estas también se esconden consejos para preparar bien un café, las diferencias entre unos tomates y otros y cuáles son las verduras de cada temporada. De manual, pero con mucha gracia.

Así, entre manejo de utensilios, glosario de lenguaje apto para cocinillas y crónicas de comidas en lugares del gusto de este sibarita se cuece a fuego lento la sabiduría de un hombre al que le satisfacen los caracoles rellenos del 'bistrot de la Tournelle' de Arbois, el café Yirgacheffe de Etiopía, la pasta Martelli o el strudel de manzanas del Ruszwurm de Budapest.

Como señala François-Règis Gaudry, crítico gastronómico y redactor jefe adjunto de L'Express, en el prólogo del singular recetario: «Guillaume se sitúa en la confluencia de esas cuatro ges (gourmet, goloso, gastrónomo y glotón), con una predilección especial por la cocina 'de matorral' y por platos sencillos que marcan la diferencia, como su ensalada de sandía y feta o la sopita de rábano negro (probadas y aprobadas)».

Se suma así este cómic a otro más chic que este año fue galardonado con el prestigioso Premio de la Guía Fooding, 'En la cocina con Alain Passard', de Christophe Blain, editado por Astiberri. En él se desvelan las recetas del famoso chef francés de modo tan original como poco frecuente en la alta gastronomía.

Esta otra novela gráfica se lee más como una crónica en imágenes de todo lo que rodea a los platos salidos de los fogones de L'Arpège, el tres estrellas Michelin regentado por Passard en París: desde el reparto de tareas a las emociones gustativas que se viven en esa cocina.

El cambio radical se ve, como se podrá comprobar, en los nombres de los platos, que en esta ocasión van desde las 'Fresas con 'destellos' de caramelos de Carpentras al aceite de oliva' a las 'Peladillas de pichón al aguamiel'. Desde luego, ahora, si alguien se atreve con esos manjares podrá seguir estas recetas que no solo vienen dibujadas sino escritas para su comprensión.

No tan alta

Fue por encargo de Andoni Luis Aduriz, con motivo del décimo aniversario de su famoso restaurante, cuando Álvarez Rabo se armó de nuevo con sus lápices. Esta vez, para hacer una parodia de críticos, cocineros y comensales en 'Los 'bajos' de la 'alta' cocina'. Irreverente, pero con verdades que han hecho las delicias de muchos. Y es que no siempre la alta cocina ha sido del gusto del comensal.

Sin ir más lejos, en 'Astérix en Bretaña', Obelix asiste, con decepción, a la preparación de un jabalí cocido en salsa de menta, uno de los motivos por los que nunca ocultó la mala impresión que le causaba la comida bretona.

Afortunadamente, en la aldea gala siempre había un motivo para celebrar el banquete final a base de un buen jabalí, por supuesto asado. Claro que las aventuras y las palizas al enemigo son mejor que la quina que abría antaño el apetito de los niños, baste el ejemplo de Goliat, fiel compañero de El Capitán Trueno y hambriento sin remedio que ve en un águila a «un pollo grande» para hincarle el diente.

No todos tuvieron la fortuna de poder mover el bigote tan copiosamente y, entre las páginas de los tebeos, se quejaban de su mísera dieta. ¡Cómo olvidar al pobre Braulio y la dieta de patatas a la que le sometía Deliranta Rococó o a un Carpanta soñador de pollos y comedor de botas y medias suelas!

Pero el tiempo puso remedio a la hambruna en las viñetas, aunque en ocasiones la ocultó regándola con buenos caldos, como se puede ver en la exposición 'El vino en los tebeos', que hasta el 16 de junio se puede visitar en la Sala de Exposiciones Temporales del Museo de la Cultura del Vino Dinastía Vivanco, en el municipio de Briones, en La Rioja.