Sociedad

LA VERTICALIDAD DE TODO UN CERVANTES

ESCRITOR Actualizado: Guardar
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En cierta ocasión, Caballero Bonald elogió con asombro sincero la verticalidad de Ángel González al andar, a pesar de que, dadas las circunstancias, lo lógico era que el poeta ovetense se tambalease un poco. Sabía desde luego lo que elogiaba, porque Caballero Bonald luce la verticalidad propia de los emperadores, de los bailarines y de los trasnochadores veteranos que convierten el andar derechos en una cuestión de dignidad no sé si básica o extrema: quien no sepa mantenerse derecho a partir de ciertas horas, que no ande por ahí.

A esas alturas de la noche que van provocando deserciones desesperadas o espantadas prudentes, Caballero Bonald se muestra más vertical que nunca, como si acabara de levantarse, aunque la cama es su último recurso, igual que el ataúd para el conde Drácula: un sitio al que se va cuando no queda más remedio. Lo observa uno y se pregunta «¿De qué estará hecho Pepe?». Y la respuesta la da el propio interesado: «Esto, camarero. Aquí haría falta otra botella». Y la botella llega, y la verticalidad se acentúa, y las horas se estiran como una materia mágica.

Mientras haya noche, en fin, hay Pepe Caballero.

Pero no se piense en el patrón del noctámbulo alborotador y enfático, en el noctívago tormentoso y de boca fácil, más fuera de sí que inmerso en nada, sino en todo lo contrario: Caballero Bonald, a medida que la madrugada avanza hacia ninguna parte, no solo va ganando en verticalidad, sino también en mesura y en prudencia, quizá porque la larga experiencia en los escenarios con luna le ha enseñado que el papel estelar de la noche no corresponde a nadie en concreto, sino en cualquier caso al coro, que ni siquiera precisa de director. Si el coro armoniza, bien. Si el coro desafina, retirada.

Sea la hora que sea, sea cual sea el número de botellas que haya pasado por la mesa, nadie le oirá a Caballero Bonald, a nuestro tío Pepe, una palabra más alta que la otra, ni un comentario delirante, ni una frase a medio terminar. Nadie le verá dar un traspiés.

Hoy levanta uno su copa por él y por su antepasado Cervantes. Pepe está con catarro, pero seguro que, aun así, se suma al brindis.