ASTÉRIX Y LA IDENTIDAD (AHORA BRITÁNICA)
UNIVERSIDAD DE NAVARRAActualizado:Decía C.S. Lewis: «El gusto por los tebeos sólo es excusable en las personas muy jóvenes, porque entraña la aceptación de dibujos de factura lamentable y de textos de una vulgaridad y una insipidez casi infrahumanas» ('La experiencia de leer', 1961). Astérix existía desde 1959 y no parece que Lewis se refiriera a él. De hecho, era una empresa cultural que buscaba enfrentar el expansionismo norteamericano encabezado por los superhéroes mediante elementos centrales de la cultura francesa. Tras ello estaban Albert Uderzo, hijo de italianos, y René Goscinny, hijo de un judío polaco. En sus creaciones siempre estuvo presente la cuestión de la identidad, de 'los otros', los ajenos a la propia cultura, no desde una perspectiva nacionalista, sino paródica. Rechazaban los exclusivismos, agresivos o xenófobos. La historia gala se convirtió en plataforma para criticar su propio tiempo y para catalogar lugares comunes sobre sus vecinos, no para afirmar la diferencia, sino para reírse de ella y facilitar el encuentro con 'los ajenos' y sus valores universales.
Centraron parte de las aventuras de Astérix en otros espacios y gentes, dentro y fuera de la Galia. Recurrieron a componentes onomásticos y físicos simplistas, pero no para capturar la esencia ajena, sino para buscar el estereotipo reconocible y localizar las construcciones culturales más evidentes para los lectores. Esa imagen se recoge de Inglaterra, la Britannia del tebeo de 1966 ahora en el cine ('Astérix al servicio de su majestad'. Laurent Tirard, 2012). Pintada con los tópicos del lenguaje, el té de las cinco y la imperturbabilidad, no buscaron definir la identidad británica, sino la parodia anacrónica de esa imagen estereotipada y por tanto falsa, construida históricamente.
Para Lévi-Strauss, la mirada al otro parte necesariamente de nuestra propia cultura, y los irreductibles galos muestran los estereotipos que los franceses construyeron sobre sus vecinos y su propio etnocentrismo, pero matizado por la experiencia de cada viaje, una crítica a cualquier totalitarismo, político, cultural o económico y la defensa de una particularidad tolerante con la diferencia. Por encima de elementos nacionales, Astérix defendía valores más amplios, y especialmente el principio de civilización de la III República: tolerancia, libertad, laicismo. El universalismo de estos elementos serviría como nexo entre lo nacional y lo global. Casi medio siglo después, una película recoge y actualiza esos valores, pero la idea de fondo permanece.