Pere Navarro, sosiego para capear el peor momento del PSC
Más cómodo en la distancia corta, ha tenido que adaptarse deprisa y corriendo al ritmo mediático de la primera línea
BARCELONAActualizado:"¿Cómo te has metido en este lío?". A Pere Navarro le han hecho esta pregunta muy a menudo durante el último año, desde que decidió asumir el reto de tomar las riendas del PSC en su peor momento, aún convaleciente del ciclo electoral más adverso y aquejado además de una nada disimulada división interna.
Ante la presión del momento, con un adelanto electoral sobrevenido y planteado en clave soberanista, Navarro responde con el sosiego y la naturalidad que le caracterizan y que ha cultivado durante la última década como alcalde de su ciudad, Terrassa (Barcelona).
Al final, Navarro ha obtenido unos malos resultados -los peores del PSC (20 diputados)- pero no tan malos como vaticinaban todas las encuestas, lo que seguramente le va a dar algo de oxígeno para seguir adelante como líder de su partido.
Más cómodo en la distancia corta, este egarense ha tenido que adaptarse deprisa y corriendo al ritmo mediático de la primera línea pero, un año después, no esconde que donde más a gusto se encuentra es a pie de calle, donde ha estado toda su carrera política hasta ahora.
Sus maneras de alcalde son tales que suele bajarse del coche oficial unas calles antes del lugar de destino. Le encanta caminar y, como es todo el deporte que practica, lo hace tan a menudo como puede, obligando a su equipo de asesores a hacer piernas.
En poco tiempo ya ha trascendido su fama de austero. "Otra vez de bocadillo", suelen comentar quienes trabajan con él. Navarro no necesita grandes fastos y con su ya famoso "bocata de lomo" se conforma. Dejó de fumar hace diez años, cuando asumió la alcaldía de Terrassa, por aquello de sumar un reto al otro. Recayó temporalmente a raíz de los nervios que pasó en el convulso congreso de Sitges del PSC, pero ahora se define como un "exfumador tolerante".
Su mejor apoyo
Hijo de un aragonés y una egarense que regentaban un comercio, Navarro vive, después de cuatro mudanzas, en un barrio de clase media de Terrassa con su mujer, Àngels, a quien conoció en las juventudes del partido y quien ahora es su gran apoyo para sobrellevar su frenética agenda como candidato a la Generalitat. Cuando no puede acompañarlo a los mítines, lo hace a través del móvil, donde cada poco rato Navarro encuentra un "¿Cómo estás?" de su mujer. "Se preocupa más que yo", suele comentar el socialista.
Sus hijas, de 20 y 25 años, ya viven fuera de casa. Estudiaron en un colegio concertado pero después pasaron a la universidad pública. Igual que su padre, licenciado en Biología por la Universidad Autónoma de Barcelona.
Antes, en casa de Navarro tenían un perro que habían recogido de una perrera, pero cuando murió se quedaron solo con sus otras dos mascotas: dos tortugas. Mucho más fáciles de cuidar, dado el nuevo ritmo de vida del candidato.
No en vano, en menos de un año Navarro ha tenido que someterse al escrutinio del congreso del partido -en diciembre pasado-, al veredicto del Consell Nacional -este mismo otoño- y, en unos días, al de los ciudadanos catalanes, en la cita electoral del 25-N.
Intensa gincana para un político reflexivo a quien en once meses de constante exposición mediática no se le ha escuchado decir una palabra más alta que la otra. "Algunos me dicen que sea más contundente, que insulte, pero yo no soy así", confesaba hace poco.
De hecho, lo que nadie le niega al candidato socialista es que se muestra tal y como es. No comulga con la impostura y, por eso, tira de su sosiego y su naturalidad para capear sin estridencias ni nerviosismo el peor momento del PSC, que por primera vez ha perdido no solo unas elecciones catalanas, sino también el segundo puesto, en beneficio de ERC. No será pues el líder de la oposición.