ELECCIONES HISTÓRICAS
Actualizado: GuardarSi la independencia arrasa en las urnas, y puede arrasar, entonces no se podrá parar». La reflexión es de un exministro del PP próximo a Mariano Rajoy. El propio presidente del Gobierno reconoce que estos comicios son «más importantes» que unas generales. Alfredo Pérez Rubalcaba admite que lo que está en juego este domingo es «si Cataluña se va de España o se queda». Artur Mas no se quedó atrás, y se ungió de solemnidad para anunciar que «el mundo nos estará observando el domingo. Está en nuestras manos ganar para siempre nuestro futuro en libertad».
Todo el mundo ha tensado la cuerda hasta el extremo en esta campaña que comenzó al día siguiente de la manifestación de la Diada. Han sido días de blanco y negro, donde los grises, los matices, han quedado borrados por la brocha gorda de los maximalismos. Los soberanistas han prometido, como Dios a los judíos, que con la independencia Cataluña será una tierra de la que fluya leche y miel. Los contrarios a la secesión han pintado en cambio un cuadro de horrores y miserias si se materializa la segregación. En eso estaban unos y otros, cuando irrumpió en la escena el borrador policial de las supuestas cuentas de Artur Mas en Suiza, también las de Jordi Pujol, pero las del candidato de CiU fueron las que hicieron correr ríos de tinta. La polémica, aunque tuvo ribetes tragicómicos, se superpuso al debate independentista.
Ahora, las cartas ya están echadas. A partir del lunes será el momento de comprobar si el soberanismo de Mas es de hojalata, como sostienen los independentistas de Esquerra, o es una apuesta seria y fiable, como aseguran desde CiU. No son pocos los que opinan que el presidente de la Generalitat reculará en sus planteamientos patrios si el resultado no encaja con sus cálculos. La consulta sobre el derecho a decidir, eufemismo de autodeterminación, quedaría en el aire si el nacionalismo no cuenta con el aval de la mayoría absoluta para desafiar al Gobierno central y hacer un referéndum al margen de la legislación española con el dudoso paraguas de la futura ley catalana de consultas. Claro que Mas, si las urnas fallan, puede reunir esa mayoría cualificada con los diputados de Esquerra Republicana e incluso con los de Iniciativa per Catalunya, pero ya sería rehén de terceros, una alternativa que tuerce el gesto a los dirigentes de CiU, empeñados en que su líder sea el Moisés -el cartel de campaña no elude la similitud- que lleve al pueblo catalán a la tierra prometida de la independencia sin necesidad de báculos de ocasión.
Mayoría absoluta
Pero en la federación nacionalista dudan de que puedan alcanzar la cifra mágica de los 68 escaños. En casi ninguna encuesta CiU supera ese listón, y a medida que ha avanzado la campaña sus expectativas de voto han decrecido. «Si las elecciones hubieran sido en octubre, el triunfo era incontestable», confiesa en privado un diputado nacionalista, que también admite que la campaña «se nos ha hecho larga». Otros dirigentes de CiU más optimistas aceptan que los últimos sondeos son peores que los de septiembre y comienzos de octubre, pero subrayan que el caso de las cuentas suizas de Mas ha tenido un efecto «dinamizador» del voto nacionalista, y ese dato no se recoge en las encuestas porque se ha producido en la última semana de la campaña, cuando no se pueden publicar estudios demoscópicos.
El presidente de la Generalitat, lejos de adoptar una táctica explicativa y a la defensiva ante la difusión del informe policial, pasó de puntillas sobre el fondo del asunto y se lanzó a la ofensiva envuelto en la 'senyera' contra el Gobierno de Mariano Rajoy y el PP, a los que culpó de haber urdido una campaña de desprestigio en su contra que, como ocurre siempre con los nacionalistas, era un ataque a Cataluña. No parece que el movimiento victimista haya dado mal resultado a los intereses de CiU.
Si alguien se quedó entre dos aguas en esta polémica y en toda la campaña fue el PSC. Todo apunta a que los socialistas catalanes serán arrollados por la locomotora independentista y por la autonomista, y su discurso federalista de difícil encaje en una disputa de grandes brochazos quedará reducido a cenizas. Aquí solo se habla de «informes y banderas», se quejó el socialista Pere Navarro, amargado por el nulo éxito a la hora de poner en valor su discurso contra los recortes de la Generalitat, al que dedica, según dice, «el 60%» de sus intervenciones sin que nadie se entere.
El PSC se juega la segunda posición entre las fuerzas catalanas y perderla sería un muy serio problema para ellos y para el PSOE. El socialismo, si se da esa circunstancia nada descartable, perdería un gran caladero de votos, y quizá sea así para muchos años con lo que ello supondría para el futuro socialista. Sería el precio a pagar por presentarse a unas elecciones sin un proyecto trabajado y con un candidato de emergencia.
Valedor de la españolidad
El reverso de la moneda es el PP, que se relame ante la posibilidad de desbancar a los socialistas, un 'sorpasso' inimaginable ni en los mejores tiempos de José María Aznar. Los populares se han abrazado al mantenimiento del estatus quo autonómico y se han erigido en los valedores de la españolidad de Cataluña. En ese papel reclaman sin complejos el voto nacionalista moderado, el socialista desengañado y el de Ciutadans que quiere una papeleta útil. Alicia Sánchez-Camacho ha arrumbado el lenguaje a la defensiva de los populares en Cataluña para lanzarse con desparpajo a la yugular nacionalista. Los recortes, que en otras comunidades han pasado factura al PP, aquí hay que endosárselos a CiU, y liberada de ese lastre se ha movido con la agilidad política del que no tiene que rendir cuentas.
En la ola independentista surfean con más o menos habilidad Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya. Los republicanos, recién salidos de su enésima confrontación interna, confían con razón en reverdecer viejas glorias al rebufo independentista de Mas. Los ecosocialista de Joan Herrera juegan al difícil equilibrio de ondear la bandera de la izquierda sin renegar del soberanismo, todo para captar renegados del PSC e independentistas sin etiqueta. También van a mejorar. Al igual que Ciutadans, partido que nació para disputar el espacio político del PP, pero que va a capitalizar la fuga de aquellos votantes del PSC que se niegan a respaldar al PP y ven como mal menor al partido de Albert Rivera.
Los radicales de la Candidatura d'Unitat Popular parece que ocuparán en el Parlament el hueco dejado por Solidaritat, la formación que impulsó y abandonó Joan Laporta.