La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, y la infanta Doña Pilar, en 'El Rastrillo'. :: JOSÉ RAMÓN LADRA
Sociedad

Alta tensión en 'El Rastrillo'

La infanta Pilar logra que se inaugure un mercadillo benéfico contra la opinión de la alcaldesa Botella

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Sonrientes. Desenfadadas. Conversando animosamente. Dejándose fotografiar por multitud de curiosos. Saludando efusivamente a cada paso a casi cualquiera que se cruzase por su camino. Así limaron asperezas la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, y la infanta Pilar de Borbón. Ambas hicieron gala de una enorme diplomacia ayer mientras recorrieron los hasta ochenta puestos de antigüedades, ropa, repostería o juguetes del tradicional mercadillo benéfico 'El Rastrillo', organizado por la asociación 'Nuevo Futuro' de la que la hermana del Rey es presidenta de honor. Todo agradecimientos después de veinticuatro horas de alta tensión.

Durante el tiempo que ambas visitaron el pabellón no realizaron gesto alguno que mostrase el enfrentamiento que había precedido al acto y que estuvo a punto de cancelar el evento por primera vez en 43 años. Solo el torbellino de cámaras y fotógrafos que acompañaban cual séquito ambulante a las protagonistas escenificaba una expectación superior a la de otros años. Y es que los besos que alcaldesa e infanta repartían entre los presentes parecían la receta para sanar una batalla soterrada.

El Ayuntamiento de la capital pretendía aplazar la apertura del mercadillo alegando problemas técnicos en el cuadro eléctrico de una instalación muy cercana al Madrid Arena. Una versión oficial que no convenció a los organizadores, que veían más una maniobra política para evitar la celebración de un evento próximo al lugar donde fallecieron cuatro jóvenes en la fiesta de Halloween.

Los planes del Ayuntamiento chocaron con la oposición frontal de la infanta Pilar, quien muy enfadada y molesta dejó claro, antes y durante el acto, que estaba dispuesta a abrir el mercadillo benéfico sí o sí por «sus niños». Es decir, por los 1.137 menores que viven en los hogares de acogida de la asociación en todo el país y cuyo mantenimiento se financia gracias a actos benéficos como 'El Rastrillo', donde el año pasado acudieron 15.000 personas.

La infanta, convertida en adalid de la solidaridad, logró que los operarios municipales pusieran la instalación a punto tras una noche «de duros trabajos de reparación» y se convirtió en la heroína entre los 1.200 voluntarios de 'El Rastrillo'. «Es imposible que se suspenda algo así. Hay gente muy influyente aquí», explicó Syliva, que lleva 14 años acudiendo a esta cita para vender sus broches. La propia Botella se detuvo con curiosidad en su puesto. «Ya me ha comprado alguna vez. Lució uno de mis broches de amatista en un acto de los Juegos Olímpicos», aseguraba orgullosa con una sonrisa. Ayer era la norma.