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Madani

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Parece que la naturaleza dota a los muy inteligentes de entre sus creados, humanos o no, de una capacidad especial para vivir en la ociosidad productiva. Se regocijan al comprobar que les sobra tiempo para solazarse, dadas sus dotes para resolver problemas con agilidad y así constataremos que los talentosos, los genuinamente talentosos, no pueden ser considerados grandes mártires del trabajo; grandes modelos del denodado ahínco. En Somalia me llamaban ‘Madani’, apelativo que en swahili significa ‘el que no cesa de trabajar’, lo que dada la aguda lucidez diagnóstica de los prodigios raciales de los somalíes, nunca supe, o quise saber, si me llamaban así para loarme o para denostarme, estando seguro, sin embargo, que, fuere como fuere, prevalecía en el calificativo un rescoldo de cálido afecto.

La laboriosidad, tiende a la adicción, la conocida como ‘workalcoholic’ por los sajones, la que me atrevería a asegurar que resulta tan infructuosa como la vagancia. Amo el trabajo y creo en él como herramienta de consecución de satisfacciones y como ofrenda a la Sociedad, a mi familia y allegados, entre ellos mis pacientes socios. Pero también creo en el ocio, en el reposo mesurado, en la reflexión silente, en el paseo distraído, en el aprendizaje sistemático, en la contemplación de la belleza, desde la convicción de que el cumplir concienzudamente con nuestras obligaciones para con el Estado y para con la Sociedad, no condena al martirologio.

La vida contemporánea se ha convertido en un ejercicio alocado e ineficaz. En una aturdida carrera hacia el disgusto. En un despilfarro de calidad de vida. Prueben a contestar todos sus correos a primera hora de la mañana, o de la tarde. En dos ratitos, ha cumplido. No los amontone, no le falte el respeto a sus amigos, a sus clientes, a sus proveedores. Atienda las llamadas telefónicas sentado, hable con concentración y orden. Haga las cosas a conciencia y sin aturdimientos. Me consta que lo intenta, pero ha de vivir interpretando su platónico papel de ciudadano moderno, comunicado, conectado a todas las redes sociales, las que cada día que pasa me parecen más trapisondistas y alucinógenas. Pero algo nos está saliendo mal, ya que esta puesta en escena de eficaces comunicantes de berborrea ‘in itinere’, en eso que la necedad llama ‘tiempo real’, se corresponde con el sistema financiero menos eficaz de la OCDE, con uno de los sistemas judiciales más lentos y torpes, con una administración pública más napoleónica y farragosa, con el sistema mercantil menos serio y fiable.

Hasta trabajando de sol a sol, para orgulloso merecerme el apelativo de ‘Madani’, siempre encontré el hueco para tomarme un té con pimienta y cardamomo con mis marineros y mariscadores. El amor y el humor son compatibles con la eficacia. Como la educación, la dinamizan y acrecientan.