Desahucios en huelga
Actualizado:Me lo he currado, no pueden negarlo. Es complicado unir en un título los dos temas de moda de la actualidad diaria y, encima, intentar darle un sentido unívoco al texto. Partimos de la premisa de que hoy miércoles hay huelga. Dicen que hay huelga. Y desahucios. Lógicamente, hay tres posturas al respecto: estar a favor, en contra y ser agnóstico. Con estos temas, lo cierto es que se producen fuertes luchas intestinas, como las que le gustaban a Lucius Catilina («ab adulescentia bella intestina, caedes, rapinae, discordia civilis grata fuere»), primer piquete informativo datado en la historiografía.
Muchos de los que hoy trabajamos, mañana también lo tendremos que hacer. Por obligación (no necesariamente impuesta por el malvado empresario) o por necesidad (no necesariamente impuesta por la malvada hipoteca). Seremos pues, todos, hermanos esquiroles. Y ayer me pregunté yo de dónde procede el noble calificativo de esquirol. ¿Es un verbo? «Yo esquiroleo, tú esquiroleas». ¿Es un insulto? «¡¡¡Manolo, esquirol!!!» (dicho sea cual increpación a portero del equipo contrario). Pues no, esquirol es un animal, concretamente la ardilla (en catalán). Fuentes bien documentadas (la wikipedia) nos confirman que a mediados del siglo XIX, «en 1841, en la localidad barcelonesa de Igualada y en el contexto de los conflictos suscitados por la implantación de la Sociedad de Protección Mutua de Tejedores de Barcelona, se aplicaba el apodo esquirol a los tejedores no asociados, frente a los asociados apodados moros». Omitiremos la broma fácil sobre la pela es la pela y demás.
Las que sí parece que se van a poner en huelga (y no de celo o japonesa, precisamente) son las entidades bancarias y financieras, pues han decidido hacer dejación de sus derechos al cobro de intereses inferiores a la usura ante el creciente sentimiento público, las manifestaciones por los suicidios de desahuciados, el acojonamiento de nuestros políticos (todos ellos) y el informe proveniente de los lejanos tribunales de la Europa comunitaria que dice que nuestros bancos nos sisan. El problema con éstos es que uno no sabe si son entidades públicas (con sus rescates e indultos) o privadas (si se hunden, nos hundimos todos), y encima son dúctiles a las presiones externas que atenten a su «buena imagen empresarial» (presten atención a las comillas).
Desconozco en este incierto día 14 de noviembre si habrá bancos esquiroles, que sigan lanzando morosos de sus viviendas ejecutadas, que mantengan el suelo y el techo de las hipotecas aún sabiendo que son ilegales, nulas y abusivas. Pero sí sé que en cualquier momento aparecerá un piquete informativo de afectados por las artes bancarias que desgraciadamente dirigirán su ira cual masa enfurecida contra directores, interventores y cajeros, que a fin de cuentas tienen una mínima responsabilidad en esta historia, dado que no cobran cinco millones de euros al año por un carguito en un consejo de administración. Y, entonces, la huelga se hará hombre.