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Apuntes

Escupir cadáveres

La infame lista negra de muertos en el Estrecho se retoma y nadie responde ante la tragedia

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Hace una semana, el artículo de opinión que abre todos los domingos la edición de LA VOZ, miraba al drama que de nuevo se vive en el Estrecho; unas historias desgarradoras que creíamos todos que se habrían desviado para siempre hacia otro lugar. Ponía el acento en las distintas causas que habían originado una nueva avalancha de pateras en el pasillo marítimo. Desde las razones políticas, con una terrible política migratoria de Marruecos que expulsa sin compasión a los inmigrantes subsaharianos; a los problemas de acogida y regularización con los que se encuentra España ante un aluvión de almas movidas por el hambre, que ni siquiera tienen un estado de origen que les reconozca.

Siete días después, este apunte retoma esa misma temática pero con una carga añadida, un plus de tragedia que vuelve negro lo que antes era gris oscuro. Ayer el mar volvió a escupir un cadáver, esta vez cerca de las costas de Conil. Se trata del segundo inmigrante muerto desde que el pasado miércoles una embarcación de juguete naufragara donde las olas son capaces de devorar pesqueros, de volcar veleros, de complicarle la maniobra a un mercante de miles de toneladas de peso.

Era cuestión de tiempo que pasáramos de contar almas que sobreviven al drama y tocan tierra firme; a reiniciar la lista negra de muertos en el Estrecho. Al cierre de esta edición, la Guardia Civil no se aventuraba aún a relacionar el cuerpo recuperado ayer con el naufragio del miércoles porque simplemente nadie puede afirmar con rotundidad que la lancha que se hundió ese día haya sido la única. Aquella barquita de juguete se la tragó el mar, pero pasó a tiempo un barco que avistó a dos hombres que luchaban por no hundirse. Fueron ellos los que confirmaron que viajaban otros tres.

¿Qué ocurriría si en lugar de subsaharianos fueran españoles los que estuvieran pereciendo por culpa de la necesidad, la falta de escrúpulos y un sistema injusto? Lo vivimos con los desahucios. El suicidio de una mujer en Baracaldo fue respondido de inmediato por el presidente Rajoy con un anuncio esperanzador. Hoy la segunda muerte de un inmigrante seguramente solo será contestada por un infame silencio nacional e internacional.