EL PELIGRO DE VIVIR DEL PASADO
Actualizado: GuardarComplicada, muy complicada, ha sido la semana en la entidad cadista. Y no era para menos, pues han tenido que pasar más de 34 años para que el Cádiz recibiera una ‘manita’ en el estadio Ramón de Carranza. Por aquel entonces fue el Betis en Primera, mientras que hace una semana el verdugo era el modesto Arroyo (ya le ha pintado la cara dos veces esta temporada al equipo de Alberto Monteagudo) en la categoría de bronce del fútbol español. Con todos los respetos (y el equipo extremeño los merece), el varapalo del pasado domingo fue mucho más doloroso.
Para subir de categoría no es suficiente con tener más de cien años de historia o contar con una gran afición. Si los que están sobre el rectángulo de juego no dan la talla (que no implica que no se dejen el alma), no sirve de nada todo lo anterior. Y el Cádiz, guste o no, actualmente está en Segunda B y la máxima categoría solo forma parte de su pasado. Es un histórico más como el Logroñés, el Real Oviedo o el Castellón. Eso sí, con la diferencia de mantener aún esas señas de identidad de la que, por desgracia, otros de esos legendarios clubes ya no pueden presumir por culpa de los factores económicos.
Por eso ahora es el momento de poner los pies en la tierra y dejar a un lado el pasado (en todos los sentidos). Todavía falta más de media Liga y el objetivo no es imposible, pero para ello es necesario que todos se tomen muy en serio el asunto. Y es que, si se ganó con solvencia al líder Cartagena, me cuesta creer que el equipo cadista no luche por estar entre los cuatro primeros en un Grupo IV que nada tiene que ver con el poderoso grupo de hace algunos años.
Ahora toca ir al Carlos Belmonte, ganar y dar un golpe sobre la mesa. Allí no está el equipo de Benito Floro ni Mágico juega en este Cádiz. Esto es Segunda B. Ni más ni menos.