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Barack Obama se empapa bajo la lluvia mientras camina de vuelta a la Casa Blanca. :: JOSHUA ROBERTS / EFE
MUNDO

El huracán acude en ayuda de los republicanos

Obama cancela sus mítines con Bill Clinton y se centra en conjurar los efectos de 'Sandy' en el país y en sus opciones de reelección

JUAN PABLO NÓBREGA
NUEVA YORK.Actualizado:

Para su última ofensiva de la campaña, Barack Obama había armado un dúo de lujo con el expresidente Bill Clinton para tratar de movilizar a los indecisos y marcar las diferencias con un Romney que sigue pisándole los talones en los sondeos. Ambos tenían que haber comparecido ayer en Florida, tierra de huracanes donde las haya, ahora atónita espectadora del azote de 'Sandy' a sus vecinos del norte. La situación no da para florituras, así que el mandatario canceló todos sus mítines y se ha atrincherado en la Casa Blanca como 'supervisor en jefe' del esfuerzo nacional para contener al devastador huracán. A diferencia de la actitud de Bush frente al 'Katrina', Obama ha mostrado de entrada su habilidad para manejar los tiempos y brindar su apoyo a los gobernadores de los Estados afectados.

Considerando que desde el 11-S el país no vivía una situación de emergencia similar, la prueba para el futuro político del presidente se adivina crucial. Por el manejo que haga de la propia crisis y por el efecto perturbador de la tormenta en la voluntad de millones de votantes. Las inundaciones, cortes de comunicaciones y de fluido eléctrico pueden ser de una magnitud nunca vistas en la costa Este, haciendo imposible o dificultando que muchos puedan acudir a las urnas de aquí al 6 de noviembre. Desde la campaña de Obama insisten en que 'Sandy' no será decisivo en la suerte de la contienda.

La afirmación suena algo voluntarista si se tiene en cuenta que la mayoría de los Estados afectados son feudos tradicionales de los demócratas. En algunos, como Nueva York, la diferencia con los republicanos es tan acusada que un descenso de la participación probablemente no alteraría las cosas. En otros, como Virginia y Ohio, los márgenes de ventaja son tan estrechos que el efecto perturbador de la tormenta sí puede revelarse decisivo. Un estudio de la revista especializada 'Journal of Politics' en 2007 determinó que el mal tiempo generalmente ayuda a los republicanos. De haber gozado de una mejor meteorología en 2000, Al Gore no habría perdido Florida, señalan los autores. Otro trabajo de 2004 descubrió que los votantes «con frecuencia buscan culpables por los actos de Dios, incluidas sequías en inundaciones».

Figuras de líderes

Algo de cierto tiene que haber en estas tendencias porque los estrategas de Obama han puesto un fuerte énfasis en el voto anticipado, considerando los efectos perniciosos del mal tiempo en el día electoral. Las estadísticas dicen que los más madrugadores en votar suelen favorecer a las opciones demócratas, aunque los electores republicanos han espabilado y se han movilizado más pronto que en la pasada convocatoria.

Hay analistas que consideran todas estas alarmas algo precipitadas y recuerdan que el noroeste del país es la región más rica y, como tal, dispone de mejores infraestructuras que las zonas empobrecidas del sur. «Aquí es más fácil que nos recuperemos de un desastre», escribía ayer el columnista Nate Silver, en The New York Times. «El poder destructor de Sandy es tremendo y seguramente tendrá un profundo efecto en el proceso electoral durante unos días. Pero falta más de una semana para las elecciones y entonces sus consecuencias serán mucho más modestas».

Si algo ha mostrado la clase política en estas horas de incertidumbre es un alto sentido de coordinación para tratar de abarcar los muchos frentes abiertos. La ocasión, como le pasó al alcalde Giulliani en septiembre de 2001, es propensa a estirar las figuras de líderes como el actual regidor de Nueva York, Michael Bloomberg, o el gobernador del Estado, Andrew Cuomo. Con la ciudad de los rascacielos expuesta como nunca a los embates de un desastre natural, ambos políticos están manejando la situación con soltura y sin pisarse el terreno, algo no siempre sencillo dado el fuerte ego de ambos dirigentes. Qué estén ahí, al pie del cañón, es una buena noticia para Obama.