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Rubalcaba, durante su comparecencia de ayer en Ferraz, tras presidir la primera reunión de la Ejecutiva Federal tras el 21-O. :: E. NARANJO / EFE
ESPAÑA

Rubalcaba compra un poco más de tiempo Diferencias de criterio con el PSC

El secretario general y el presidente del PSOE evitan el choque directo pero nadie da por enterrada la crisis hasta después de las catalanas

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No fue la ejecutiva más apacible de la historia, pero tampoco se montó la de San Quintín, como la tensión acumulada en los últimos días podría haber hecho esperar. Todo sigue igual tras la primera reunión de la dirección federal del PSOE posterior al batacazo electoral del 21 de octubre en Galicia y el País Vasco. Alfredo Pérez Rubalcaba y José Antonio Griñán por fin se vieron las caras y los recelos alimentados con declaraciones ambigüas de un lado y suspicacias del otro sobrevolaron el ambiente. Pero poco más.

Ni se cerraron calendarios para la celebración de las conferencias en las que se debe fraguar el proyecto alternativo al PP, ni mucho menos se decidió el momento adecuado para la convocatoria de primarias. «Como secretario general me he sentido unánimemente apoyado, y en la misión que tenemos como dirección también», dijo raudo Rubalcaba, antes siquiera de que nadie le preguntara sobre el asunto en la comparecencia posterior al encuentro.

No era difícil porque la actual es una ejecutiva con escasísima representación de quienes en su día se opusieron a la designación del exministro del Interior en el 38 Congreso. Pero diversas fuentes aseguran que tampoco el presidente del partido, en estos momentos referente de un etéreo sector crítico, optó por el discurso combativo.

Griñán reiteró a puerta cerrada lo que ya había dicho previamente en público: que no cree que sea momento de hacer reflexiones de tipo «orgánico» ni de discutir sobre nombres, y que tampoco considera que exista un problema con la línea de oposición desarrollada hasta ahora; que lo que arrastra el PSOE es un problema de credibilidad. Es decir, nada muy distinto al discurso de Rubalcaba. La diferencia es que esta vez no remató con el desconcertante «nunca sé lo que voy a hacer hasta que llega el momento» que tantas especulaciones despertó sobre sus aspiraciones de liderar el partido.

Lo cierto es que nadie del núcleo duro pidió explicación alguna en la ejecutiva sobre aquel comentario. Y eso que llevaban días rumiando su disgusto por una actitud que no terminan de comprender y cuyo objetivo último desconocen.

Reproches

Otros miembros de la dirección socialista, algo más de media docena según algunos de los presentes en la reunión, sí reprocharon abierta o veladamente a Griñán, en cambio, que desde su federación, la más poderosa del partido, se haya alimentado la inestabilidad interna. Y él a cambio dejó caer su malestar por el hecho de que se haya hecho pasar por «conspiradores» a Mario Jiménez y a Susana Díaz, número dos del PSOE andaluz y consejera de Presidencia de la Junta, respectivamente.

El principal cargo institucional del PSOE alegó que cuando él o su equipo hablan de un mayor protagonismo de Andalucía se refieren, principalmente, a su papel en el debate territorial y a su oposición a que éste sea monopolizado por Cataluña y Madrid. Su argumento es que, sea cual sea la solución que defienda el partido, su comunidad no puede quedar en un plano de inferioridad respecto a las llamadas «históricas». Una tesis que Rubalcaba asegura compartir de cabo a rabo.

Que la tensión sigue latente y que nadie baja la guardia, sin embargo, es evidente. Ni los más fieles 'rubalcabistas' ni quienes desean que Griñán dé un golpe de timón y fuerce un congreso extraordinario creen que la crisis haya tocado a su fin. La mayoría da por hecho que después de las elecciones al Parlamento de Cataluña, el 25 de noviembre, volverán a sonar tambores de guerra. Pero, al menos, hasta entonces confían que no haya desmanes.

Ahora toca jugar al disimulo. Y Rubalcaba lo hizo durante toda una comparecencia en la que llegó a afirmar que él y el presidente del partido tienen «muy buena relación personal», un hecho que no le impidió lanzar una pulla de regalo, como quien no quiere la cosa. Si el viernes el dirigente andaluz entonó el 'mea culpa' por la reforma constitucional que consagró el equilibrio presupuestario en la Carta Magna, él que ya ha dicho en muchas ocasiones que votó aquello con la nariz tapada se hizo el sorprendido. «Hay quien hace de esas cosas fácil arrepentimiento; yo prefiero ser más prudente», dijo.

Es una pequeña muestra de que aún queda tela que cortar en el PSOE.

La apuesta del PSC por el «derecho a decidir» de Cataluña ha creado un problema al PSOE. Alfredo Pérez Rubalcaba salió ayer al paso de la reivindicación con la que los socialistas de Pere Navarro concurrirán a las elecciones del próximo 25 de noviembre y defendió que, aun no compartiendo que deba celebrarse un referendum «acordado en el marco de la legalidad» sobre la independencia, lo importante es que ambos están de acuerdo en lo «esencial»; a saber: que Cataluña debe permanecer dentro de España.

El líder de la oposición quito así hierro a las discrepancias en un asunto clave para la definición del futuro proyecto de su partido y alegó que el PSC es ,y siempre ha sido, un partido «distinto» del PSOE aunque lo represente en Cataluña como ocurría con UPN y el PP en Navarra o la CSU y la CDU alemana en Baviera. «Tienen autonomía para hacer su programa», se escudó.