Los responsables del barJoly's, el lugar de moda entre los jóvenes sirios que viven en la Ciudad Vieja de la capital siria. :: M. AYESTARAN
MUNDO

Barrio cristiano, barrio seguro

La zona antigua de Damasco es uno de los últimos refugios de paz donde los sirios pueden recordar cómo eran sus vidas antes de la guerra

DAMASCO. Actualizado: Guardar
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Las bombas llueven sobre Zamalka. La ilusión del alto el fuego propuesto para la fiesta del Sacrificio duró apenas la mañana del viernes en Damasco. Cuando los corderos terminaron de desangrarse en las calles todo volvió a lo que los sirios llaman ya «la normalidad» después de 19 meses de conflicto. Desde la terraza del restaurante Haratna de Bab Touma, donde es imposible encontrar mesa sin reserva previa, los clientes ven un partido de la Liga española con el espectáculo de las explosiones de fondo. Los cazas vuelan tan bajo que hacen vibrar los cristales de las ventanas y algunos agachan la cabeza a su paso. Bab Touma, la puerta de Santo Tomás, es el barrio cristiano de la Ciudad Vieja y, pese al coche bomba de la semana pasada, «aquí todo es como antes de que estallara la crisis, mejor diría yo porque las demás zonas de la ciudad se han vaciado por la falta de seguridad y ahora tenemos más clientes», bromea Ismael, uno de los responsables de Joly's, el local de moda entre los jóvenes.

El ataque, el primero sufrido en la Ciudad Vieja, recordó a los cristianos que a ellos también les puede tocar. El vehículo explotó en la comisaría que está a la entrada del barrio, junto a la puerta histórica, y mató a trece personas en una hora punta que coincidía con la salida de misa. «Fue un aviso directo a la comunidad porque Bab Touma es nuestro símbolo en Damasco», opina el padre Romualdo Fernández, último cura español que queda en el país. Rashed Admani estaba atendiendo a los clientes en la cafetería Domino cuando ocurrió el atentado. El techo de la terraza del local se vino abajo y gran parte de la cristalera quedó destrozada. «Por suerte no nos pasó nada, pero desde entonces la gente rehúye el local, tiene miedo de sentarse en un sitio próximo al lugar del atentado y es la ruina», lamenta mientras muestra algunos de los daños que están pendientes de reparación.

El segundo aviso mortal para la comunidad llegó el jueves con el asesinato del padre Fady Haddad cuando trataba de mediar en la liberación de un feligrés secuestrado a las afueras del capital. Se convirtió en el primer cura asesinado en la provincia de Damasco.

«No vamos a tener problemas», piensa Fady Yazin, que acaba de alquilar por un año la tetería 'La fruta'. Ha pagado medio millón de libras (6.250 euros) y confía en darle la vuelta sin problemas pese a la situación general. Mientras los precios de los alquileres se hunden en los lugares próximos a las zonas donde hay enfrentamientos, en Bab Touma se mantienen las tarifas anteriores a marzo de 2011 cuando estalló el levantamiento contra Bashar el-Asad. Gente de todas las confesiones se mezcla en estas estrechas callejuelas de piedra.

Explosiones de fondo

Los bares y restaurantes no echan la persiana hasta las dos de la mañana, algo único en una capital donde, según el barrio, hay toques de queda oficiosos a partir de las ocho. Las explosiones de fondo y la presencia de voluntarios de los comités populares en cada esquina recuerdan que fuera de la Ciudad Vieja el país está en guerra. Estos grupos son una especie de milicia formada por hombres del barrio que han recibido armas y municiones del Ejército para encargarse de la protección de la zona. Una estrategia que el régimen ha puesto en práctica en las zonas habitadas por las minorías religiosas leales, como cristianos (10% de la población) y alauíes (10% y misma secta a la que pertenece el presidente).

«Los clientes que tenemos son sirios que vienen a visitar a sus familias, hacía mucho que no veíamos un extranjero», confiesa Abu Ala, encargado del hotel Shabandar, una enorme casona rehabilitada como hotel de lujo hace siete años. Las habitaciones son pequeños museos que antes costaban 300 euros y ahora se pueden alquilar por 25, pero la mayor del tiempo están vacías.

Pese a la seguridad que se respira en la zona cristiana la guerra abierta está ya en los barrios próximos y «las cosas no tardarán en extenderse al interior de la capital», lamenta Nadim, uno de los barberos más veteranos del lugar. «Nunca imaginé que viviría algo como esto, y lo peor es que no se atisba ninguna solución posible. Que Dios nos proteja».