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El pop chispeante y alocado de Oldenburg se adueña del Guggenheim

Reúne trescientas piezas del irónico creador estadounidense en la muestra que celebra los primeros quince años del museo

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Nueva York era un hervidero artístico en los sesenta. En aquellos locos años la vorágine creativa generaba diarias sorpresas en una ‘gran manzana’ plagada de talentos. Entre ellos Claes Olderburg, uno de los más ingeniosos, divertidos e irónicos creadores en la estela del pop que vivió en la década del ‘flower power’ un momento más que dulce. Convencido de que el “humor es el mejor arma para sobrevivir”, el artista sigue hoy risueño y activo con 83 años cumplidos. “El pop no es un invento, es puro arte” reivindica un iconoclasta que se conecta con la tradición.

“El arte es arte, tenga la cara que tenga y solo hay arte bueno o malo, de modo que cuando contemple mis locuras, el espectador debe pesare en ello” advierte al presentar la revisión de su trabajo temprano. “Hasta mis obras más radicales han tratado de mantener la conexión con la tradición” dice de un larga trayectoria “en la que he alternado la intuición y la razón” y en la que retretes y lavabos blandos se alternan con enchufes de cuatro metros, interruptores de tela o pintalabios como cañones de tanques.

El Guggenheim bilbaíno propone un minucioso repaso a su burbujeante obra temprana para celebrar los primeros quince años de una singladura con más luces que sombras. Es la muestra más amplia dedicada nunca a la innovadora, jocosa y singular obra de Claes Oldenburg (Estocolmo, 1929), influyente referencia el arte en la segunda mitad del siglo XX. Se recrea en sus irónicas y chocantes representaciones de objetos cotidianos con las que Oldenburg sembró de interrogantes la escena artística hace medio siglo. Organizada por el MUMOK vienés y el Guggenheim bilbaíno, con patrocino de la Fundación BBVA, despliega cerca 300 obras del artista en la segunda planta de la catedral de titanio de su gran amigo Frank Gehry.

Arranca con la instalación ‘La calle’ inspirada en los grafitis urbanos. Sigue con las réplicas de alimentos y ropas de alambre yeso y telas desechadas que vendía en ‘La tienda’ y los insólitos objetos del ‘hogar moderno’, para saltar a las megaesculturas de objetos comunes repartidas por espacios públicos de medio mundo.