Estado catatónico

Los desconcertantes acontecimientos económicos, políticos y sociales están dejando a la ciudadanía en estado catatónico. Y es que este síndrome esquizofrénico que padecemos, provocado por la realidad que estamos viviendo, nos tiene a casi todos sumidos en una especie de excitación y estupor mental. Vivimos tiempos confusos, inciertos y convulsos. Nada es estable, duradero, creíble y autentico.

Navegamos sin rumbo cierto, empujados por vientos económicos interesados, que, de no amainar, nos conducirán hacia el abismo. El debate ético, moral y democrático ha sido engullido por el debate económico que, a lo que parece, se ha apoderado de nuestras vidas. Pero ese poder económico, que parece abarcarlo todo, ya no puede ocultar los síntomas que indican su agotamiento y fracaso.

Un sistema que abre brechas insalvables entre ricos y pobres; un sistema que atropella derechos y no tiene en cuenta la solidaridad y la equidad, está condenado inexorablemente al fracaso. Observando el mundo actual, pareciera que pretendemos recrear la selva que un día abandonamos; aquella donde imperaba la ley del más fuerte, o del más astuto.

Las sociedades actuales no pueden tirar por la borda tantos años de avances sociales y esfuerzo civilizador. Nuestra responsabilidad, como presunta especie inteligente, debería consistir en avanzar y nunca en retroceder como lo estamos haciendo en la actualidad.