María de Villota, hoy ante los medios de comunicación. / Foto: Efe 1 Vídeo: Atlas
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Un ejemplo de superación

María de Villota reaparece en una rueda de prensa para expresar su buen talante y recordar los momentos más emocionantes de los meses más duros de su vida

MADRID Actualizado: Guardar
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Con una sonrisa en el rostro y paso firme, María de Villota se abrió paso en la abarrotada sala Samaranch del Consejo Superior de Deportes, lugar donde la piloto madrileña quiso reaparecer de manera pública, después de la entrevista que concedió a la revista '¡Hola!'. Junto a ella, estuvieron el doctor César Casado, jefe de cirugía reparadora del Hospital de La Paz, el presidente de la RFEdA, Carlos Gracia, y el presidente del Consejo Superior de Deportes, Miguel Cardenal, además de muchos amigos y familiares que quisieron arroparla en un momento tan emocionante como este.

Antes de responder a las preguntas, María quiso compartir dos de los recuerdos que más cerca tiene en la mente de estos tres meses. El primero fue una conversación con uno de los cirujanos que la operó. "Se me acercó un cirujano que me dijo que habían podido salvarme la vida, pero que había perdido el ojo. Yo le pregunté '¿usted es cirujano? ¿Y usted necesita dos manos para operar? Yo soy piloto de Fórmula 1 y necesito los dos ojos. Lo de ese ojo era mi decisión, como si el pobre hubiese tenido alguna opción", rememoraba. Cabezota hasta el final, como ella misma admitió que era. Las lágrimas afloraban en los ojos de la familia De Villota. Emilio, su padre, el hombre que le inculcó la fiebre por el automovilismo a ella y a sus hermanos, se derrumbó. Han sido los meses más duros de su vida, pero por fin respira.

Precisamente, sobre su familia, fue el otro recuerdo que quiso compartir María. "La otra ocasión es la primera vez que me miré en el espejo. Me vi y vi la cara de mi madre, que es una mujer guapísima, y me quedé aterrada al ver lo que estaba sufriendo por mí. Entonces le dije al espejo: 'Quita bicho'. Tenía 104 puntos en la cara y estaba horrible. Pero mi madre sonrió, y contamos la anécdota a toda la familia. Pero yo en ese momento pensé: '¿y quién me va a querer a mi así?' Y me encontré con que me han querido más que en toda mi vida, y ya me vale por esta y por la siguiente vida que afronto".

"Ahora me miro al espejo y estoy orgullosa"

Las cicatrices de María de Villota no se quedan en la pérdida de un ojo. La piloto ha perdido masa encefálica, masa craneal y, entre otras secuelas, ha perdido el sentido del olfato y un poco de movilidad en la cara. Eso, lejos de afearla, ha endurecido los rasgos. La ha hecho madurar. "Antes me veía encima de un Fórmula 1 y ahora veo lo más importante. Hay vida más allá de la Fórmula, lo mejor está por venir", recordaba.

Lo que más le ha llenado han sido las miles de muestras de apoyo, sobre todo de su familia, pero también desde el paddock, donde ahora sólo podrá ir como visitante. "Las muestras de cariño de los pilotos ha sido enorme. Es imposible destacar uno porque todos fueron muy grandes. Además, han insistido mucho, han llamado, han escrito, y siento muy fuerte la mano de todos los españoles. Siempre quise tenerlos en el semáforo, compitiendo con ellos, pero no pude. Ahora me alegro de tenerles aquí conmigo", recordó. Sin embargo, todo lo que le ha pasado la ha servido para crecer. "Ahora me miro al espejo y estoy orgullosa, porque creo que la imagen actual dice más de María de Villota que la anterior", zanjó.

A la cita no faltaron miembros del automovilismo de nuestro país y del deporte. La ahora política Carlota Castrejana, ex atleta, o Theresa Zabell, que como vicepresidenta del COE, quiso acompañar a María de Villota. Sin embargo, hubo un mensaje que la emocionó hasta las lágrimas. Y no venía de uno cualquiera, sino de Carlos Sainz. El veterano piloto de rallies apareció, junto a su hijo Carlos, para arropar a una buena amiga. "Eres un ejemplo para todos, sobre todo para los jóvenes. Si antes te admiraba, ahora mucho más. Y estás guapísima", le repitió.

María de Villota ha perdido la oportunidad de subirse a un Fórmula 1, pero ha ganado algo mucho más importante: el cariño unánime.