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España en la almoneda

FRANCISCO APAOLAZA
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El lugar en el que en este momento usted sienta sus posaderas no es suyo. La acera en la que juegan sus hijos tampoco es suya, ni es suya la hierba del campo por la que se revolcó con su santa aquella tarde de verano, ni la playa a la que acude de vez en cuando a pensar... De usted queda el aliento, y la cara de tonto, poco más. Todo lo demás está en manos de una serie de agentes de los que no sabe nada excepto que les debe un Potosí.

Mire este país supuestamente desarrollado. Durante décadas, miles de administradores públicos se han encargado de venderlo. Toda esa soberanía en el pueblo, esas fronteras que estudió en el colegio, esa constitución... Todo eso es filfa a día de hoy, viernes.

Usted, querido ciudadano, con su 'swing' sofisticado de ilustrado carajote, puso en el poder a miles de responsables que dinamitaron la soberanía de España. Mientras se partían el pecho por el catalán en Cataluña y por los límites territoriales de Gibraltar, mientras ustedes asistían a la berrea urbana entre derecha, izquierda, delante y atrás, mientras en el bar usted y su cuñado soflamaban como dragones sobre liberalismos y centralismos, mientras pasaba todo eso, digo, estaban vendiendo su país y le dejaban esta misma cara de imbécil que se le está quedando ahora.

Esa nación de la que se llenan la boca cuando los puñetazos en la mesa y los himnos en los podios, esa camiseta por la que se emborrachó cuando lo de Iniesta es hoy en día poco más que un pagaré. De todos los modelos de estado que se debaten entre tirios, troyanos, federalismos y autonomías, en esa controversia oportuna como una suegra en una siesta, el modelo más ajustado a la España del mañana es de almoneda.

Con el dinero que recibieron a cambio se dedicaron a comprar su voto y la amistad el poder. A perpetuarse y a pasarlo bomba, al 'bunga-bunga' presupuestario y nepotista. Nadie hablaba entonces de sacar los tanques. Y mientras tanto, usted, qué cosas, poniendo la banderita en el balcón las noches de final.