Sex in the Tacity
Actualizado: GuardarEl título no es mío, aclaro. Es de la amiga de la que hablaba la semana pasada, ésa que ve a Grey en todos mis dichosos movimientos. Sexo en la Tacita. Y ahora que, nombrado el sexo, estamos a gustito, con el otoño entrando por la puerta de atrás sin haber quitado ni el aire acondicionado, es momento de despejar la ropa y quedarnos en bragas y/o bóxer (opcional). Ahora, que la gente se encierra en sus casas (o las del banco) no por el paro, ni por la liga de fútbol, ni por el frío, sino por procrear, por mor de la continuidad de la especie (que no se agote) y todo ello, triunfa –coincidiendo con la octava edición de los Premios de LA VOZ, que celebramos mañana jueves– el programa de televisión de homófona y homógrafa, denominación que sienta a cuatro cantantes de distinto nivel para competir entre sí a ver quién elige al amateur de mayor calidad.
Y con tanta voz y tanto arrullo melódico –no primaveral– del citado programa la mente vuela y piensa cuándo y dónde nos ayuntamos los gaditanos. Y el calentito se convierte en calentura y nos damos cuenta, entrando por la puerta de atrás sin haber quitado ni el aire acondicionado, que la mayoría de los nuestros nace nueve (o siete, pero nunca ocho) meses después del calor otoñal. No hace tanto frío como para poner el aire acondicionado pero sí el suficiente para hacer ‘edredoning’. Lo que no sabe la gente es que la fuerza de nuestra tierra no es el fino, ni los toros, ni la gastronomía, ni las playas, ni el turismo: somos los propios gaditanos. Nuestro poderío sexual. Nuestra belleza híbrida. Somos personas calientes de natura y con facilidad se nos calienta la boca y la poca (o mucha). Tanta gallardura nos incita a expandirnos por el mundo y si algún lumbrera creara un programa titulado ‘Gaditanos por el mundo’, firmaría treinta temporadas de trece capítulos. Treinta veces trece. Porque no sé si saben que en Cádiz no hay cuernos sino transacciones comerciales. De eso dan fe nuestros jueces en sus sentencias de divorcio.
Y tanto guarreo existe en nuestras costas y secanos que, interpretando la realidad diaria, nos vemos subsumidos por nuestra gadexualidad: Sólo hablamos de lo único. Ejemplo: han robado 300 kilos de droga del depósito oficial de Cádiz. Al parecer, el robo se produjo entrando por la puerta de atrás, sin haber quitado ni el aire acondicionado. O sea. No sé si ustedes entienden. Y otro ejemplo de nuestra gadexualidad es que hoy día se falta, y mucho, el respeto a las fuerzas de orden –aludiendo a los ya consabidos cuernos– con razón de su intervención más o menos contundente en las manifestaciones que vienen plagando el período otoñal que ahora disfrutamos. Unos dicen que la culpa es del que pega, otros del que es pegado, y yo creo que todo es consecuencia de que el español es gaditano por naturaleza, por esa afición sadomasoquista que todo lo inunda. Que es de lo que empezamos hablando.