La alquimia expresionista de Schiele, en el Guggenheim
BILBAO.Actualizado:Los dibujos de Egon Schiele son como relámpagos. Su trazo seguro y vertiginoso, su fuerza eléctrica y su rara belleza sacuden a quien los contempla. Su singularidad permanece en la memoria del observador. El artista austriaco (Tulln, 1890-Viena, 1918) fue un gran motor y renovador de la estética del siglo XX. Vivió solamente 28 intensos y convulsos años y concentró lo mejor de su producción en la última década de su vida. Dos lustros prodigiosos en los que se detiene la muestra que acoge el museo Guggenheim de Bilbao, que reúne un centenar de piezas sobre papel, pequeñas grandes obras que desvelan el talento indómito, atormentado y potente de un artista único y de influencia determinante que reflejó como nadie los desgarros del alma.
El museo Albertina de Viena, santuario mundial del dibujo y el arte gráfico, cede sus mejores fondos de Schiele. Un centenar de dibujos, gouaches, acuarelas y fotografías que permiten trazar un certero perfil de la cambiante y rica trayectoria del artista, un mago del color que con muy pocos y convencionales elementos plásticos renovó la sintaxis expresionista.
Atento a su admirado Gustav Kilmt y movido en sus inicios por la poderosa ola del modernismo vienés, Schiele no tardó en diferenciarse y encontrar su desafiante camino en el dibujo. Alejado del naturalismo, combinó con inaudito poder expresivo las manchas de color y la línea, aliándolos con un vigor y una determinación tan radicales como nuevos.