Georgia: más que unas legislativas
En el escenario georgiano los comicios equivalen en algún sentido a un cambio de régimen
MADRIDActualizado:Aunque falta terminar el lento recuento, la ventaja de la oposición en la elección legislativa de ayer en Georgia es suficientemente amplia, incluso con el curioso sistema local de atribución de los escaños – a partidos o a candidatos – como para darle una holgada victoria. En el escenario georgiano esto es mucho más que una renovación parlamentaria y equivale en algún sentido a un cambio de régimen.
Eso es, o podría ser eventualmente, lo que sucederá tras el éxito de “Sueño Georgiano”, la extravagante coalición formada en pocos meses por la nueva estrella del firmamento político del país, Bidzina Ivanishvili, un millonario descrito crudamente por sus adversarios y la tenaz campaña del gobierno como un simple “hombre de Rusia”. La descripción es un poco sucinta y el asunto, algo más complejo, pero es verdad que en Moscú han recibido sin duda su victoria como propia.
Esto ahorra comentarios sobre hasta qué punto el problema central del país – 70.00 kilómetros cuadrados, cinco millones de habitantes y una ubicación delicada, en el Cáucaso sur y en la costa del Mar Negro – sigue siendo qué cosa quiere o puede ser en lo que se llamaba antes “el concierto de las naciones”, una enfermedad que aqueja también a algunas otras de las viejas república soviéticas devenidas independientes.
El marco constitucional
El ganador sabe mejor que nadie que ha ganado las elecciones, pero nada más que eso y si quiere hacer algo por cancelar la gravísima y pertinaz polarización política y social del país, debe abordar la relación con Rusia como el nuevo líder parlamentario de su país, no como un agente oficioso de los intereses geopolíticos rusos.
En concreto deberá manejar con todo cuidado el expediente de las repúblicas independientes de Abjasia y Osetia del Sur, percibidas por grandísima parte de la población como georgianas y cuyo vigente status, solo reconocido por Rusia, pesa como una losa sobre todos los gobiernos. Es verdad que el gran derrotado de hoy, el presidente Saakashvili, es en gran parte responsable de lo sucedido al ordenar en 2008 la invasión militar de ambas sin contar con la rápida y victoriosa reacción rusa.
El sistema jurídico vigente hace del jefe del Estado el centro del poder y Saakashvili lo será hasta finales del año próximo, cuando entre en vigor la previsión constitucional que cambiará la naturaleza presidencialista del régimen a una parlamentaria en la que el primer ministro tendrá el poder ejecutivo. En esa curiosa situación puede verse un marco de negociación y eventual arreglo si ambos hombres optan, como sería razonable, por la pacificación y el consenso más que por el enfrentamiento social.
Washington y Moscú
De hecho, al vencedor no le servirá disponer de una mayoría parlamentaria para obtener un arreglo general pactado, sino apenas una especie de alto el fuego que dependerá también de la conducta de los grandes padrinos de cada uno, una de las características, y no muy estimulantes, del escenario georgiano: Saakashvili, de formación y mentalidad norteamericanas y casado con una holandesa, es tan pro-occidental que quiere a su país en la OTAN y ha dejado un cierto hueco abierto a las críticas de los elementos más propiamente nacionalistas y las emergentes corrientes pro-tercera vía.
El nuevo jefe de Estado es visto, con bastante razón, como prácticamente ruso. En Rusia hizo su gran fortuna, es rusófono, como tantos georgianos, y se dice pragmático en asuntos exteriores. En su campaña electoral ha tenido buen cuidado en describir a Osetia-Sur y Abjasia como territorios georgianos y se cree que intentará obtener del Kremlin una solución de tercera vía para la que el modelo finlandés podría proveer algunos elementos: una especie de neutralidad activa que elimina temores en Moscú.
Pero sería un error tener a estos asuntos por determinantes para explicar los resultados. La mediocre prestación del gobierno en materia económica y social y el escándalo sobre generalizadas torturas en las prisiones con apoyo de vídeos abrumadores explican muy bien lo sucedido. Además de millonario Ivanishvili es también un filántropo que ha gastado millones en programas de patrocinio. Su actividad y su fortuna le han hecho aparecer como alguien capaz de restaurar el progreso económico y su partido, incluso en el nombre, tiene algo de cuento de hadas para cuyo buen final no hay, sin embargo, garantías.