Entrevista a Tim Weiner, historiador del FBI

«La sombra de Hoover llegó más allá del 11-S»

«Nada prueba que J. Edgar Hoover fuera homosexual», asegura el premio Pulitzer y ex reportero de 'The New York Times'

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Ha sido un gobierno en la sombra que durante décadas manejó presidentes como marionetas. El FBI es una contradicción, una anomalía, una todopoderosa «policía secreta» en Estados Unidos, el país que presuntamente abandera la democracia y las libertades. Su gran demiurgo fue John Edgar Hoover, al frente del Buró Federal de Investigación durante cuatro décadas y con ocho presidentes, y diseñador de la era de vigilancia total en la que aún vivimos. «La alargada sombra de Hoover va más allá del 11- S», asegura Tim Weiner, exreportero de The New York Times, premio Pulitzer y autor de 'Enemigos. Una historia del FBI' (Debate). Rastrea el devenir de un 'monstruo' sin escrúpulos nacido en 1908 con 34 agentes y que ocupa hoy 35.00 personas pagadas con un presupuesto de más de 6.000 millones de euros.

-¿Cómo es de grueso su expediente en el FBI?

-Bastante. Durante ocho años cubrí información de la CIA y asuntos de de seguridad Nacional. Escribí historias que contenían secretos. El FBI inició al menos tres investigaciones para averiguar mis fuentes. No lo lograron. Estaban en la cima de la pirámide, en la planta noble del CIA. Hubiera sido vergonzoso reconocerlo. Si alguna regla de Hoover ha pervivido muchos años después del su muerte es «no ridiculicéis al FBI».

-¿Qué es el Federal Bureau of Investigation?

-Hay dos FBI. Uno de cara amable que retrata el cine, que lucha contra el crimen y la delincuencia y protege a niños y mujeres de ladrones asesinos y proxenetas. El otro, el FBI secreto, ha sido y es la mayor agencia secreta de inteligencia de Estados Unidos. Una policía secreta que combate anarquistas, comunistas, terroristas y otras gentes que ve como amenaza directa para el sistema político de Estados Unidos.

-Detenciones, allanamientos y escuchas ilegales. Violaciones de derechos. ¿Siempre actuó así?

-Desde la primera guerra mundial, sí. A la orden de los presidentes, de Robert Wilson hasta Roosevelt en la segunda, Nixon en Vietnam y Busch durante la guerra contra el terrorismo. Cada uno de estos presidentes, y todos los demás, autorizaron al FBI a violar la ley para defender la seguridad nacional. Solo en los últimos años, con Obama y el actual director, Robert Mueller, que asumió su cargo una semana antes del 11-S, hay cierto equilibrio entre la seguridad y la libertad.

-¿A qué se debe un cambio tan radical tras un siglo quebrantando la ley?

-El 11 de marzo de 2004, el día de los atentados de Atocha, hubo un choque de trenes en la Casa Blanca entre el presidente Bush y Robert Mueller que conocemos con detalle. Mueller tomó notas y tengo copia. Busch contó el mismo episodio en sus memorias y ambas versiones encajan. El director del FBI le dijo a Bush que su programa 'Viento Estelar', que daba carta blanca a la inteligencia exterior para espiar a ciudadanos estadounidenses, leer su correo, violar sus ordenadores y escuchar sus conversaciones telefónicas sin orden judicial, era ilegal y contrario la Constitución. Mueller amagó con dimitir. 'El director de FBI dimite y no da razones' sería el titular al día siguiente. La razón era el secretismo. Le hubieran preguntado a Bush qué hizo para que dimitiera el director del FBI. Era año electoral. Busch hubiera perdido las elecciones y acabado en los tribunales. Mueller selló sus labios. La historia tardó tres años en ver la luz. Eso es poder.

Chismes

-¿El FBI ha sido el gobierno en la sombra con más poder que al Casa Blanca?

-En la época de Hoover sí. La información es poder. La información secreta, poder secreto o al cuadrado. La secretos que solo das al presidente, poder al cubo. A los presidentes les encanta la información secreta, en especial de sus enemigos políticos. Adoran los chismes exactos, precisos y enjundiosos: quién se acuesta con quién; quién se emborracha; quién oculta que es homosexual. A Hoover le encantaba dar ese tipo de detalles y a los presidentes manejar esos cotilleos. La capacidad de obtener información secreta por la vía ilegal que fuera, era poder real para Hoover. Cuando murió, el FBI casi murió con él. No habría otro Hoover, por fortuna. Sus sucesores fueron una banda de burócratas incompetentes y payasos que se dejaron penetrar por rusos y chinos.

-¿Hoover manejó a los ocho presidentes para los que trabajó?

-Casi. Es un actor principal del siglo americano, al frente del FBI de 1924 a 1972. Su estatua es gigante, pero esta verduzca, sucia, cubierta de cagadas de paloma. Su sombra y la la de su sistema vigilancia total es muy alargada. Llega hasta después del 11-S de 2001. En ese momento el FBI secreto pasa a ser el público. Todos sabían que su labor hacía necesario el trabajo sucio.

-¿Fue un homosexual reprimido con doble vida?

-No hay una sola prueba de que Hoover mantuviera relaciones sexuales con algún ser humano en toda su vida. El rumor de su homosexualidad empezó en 1937, en el instante en que comenzó a perseguir a los gais en la Administración, lo que hizo con vigor y energía durante los 35 años siguientes. Destruyó la vida de miles y miles de personas: funcionarios, profesores y militares de todo el país. No hay pruebas de su homosexualidad y sí de cómo arruinó la vida de cientos de miles de homosexuales. Eso es un hecho. Vestirlo de loca con las perlas de su madre y acostarlo con hombres es un buen relato si eres periodista británico o guionista de Hollywood. Pero no es cierto. La película de Clint Eastwood es muy mala. Sostener que la causa de la guerra fría es la homosexualidad reprimida de Hoover es una sandez.

-¿Nadie podo meter en cintura a Hoover?

-En la cima de la pirámide están Hoover, el Fiscal General del Estado y el presidente. La fiscalía no controló jamás a Hoover. Muy pocos presidente lo lograron. Entre ellos Roosevelt, dándole todo el poder que quería. Cuando el Supremo declaró ilegales las escuchas sin orden judicial, en septiembre 1939, tras la invasión de Polonia de Hitler, Hoover se convirtió en el burócrata más brillante del siglo XX. No dio ruedas de prensa ni escribió artículos. No señor. Le lloró al presidente: «me han arrebatado el poder de escuchar, le dijo. ¿Cómo combatiré el comu.fascismo sin escuchas? ¿Qué hacemos?». «Que les den» dijo Roosevelt, que lo sabía todo de servicios secretos. «Sigue así, que lo haces muy bien». Hoover logró un documento de Roosevelt que guardó en su escritorio como oro en paño hasta 1962. Cada vez que alguien quería pararle los pies sacaba el papelito. Podía decir «Yo soy la Ley. Qué le den al Supremo y al Fiscal General». Solo cuando se enfrentó con Bobby Kenneddy, Fiscal General, enemigo acérrimo y teóricamente su jefe, cambiaron las cosas.