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‘Cataditanos’: Más ruido que temor

Ni desde la óptica del catalán que vive en Cádiz ni desde la del gaditano en Barcelona se ve la posible independencia como segura, cercana ni, llegado el caso, traumática

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Visto desde el sofá, con la mirada clavada en el informativo o en la página que abre la sección de política nacional, parece inminente, inevitable, imparable. Una gran masa de personas (¿un millón?) se manifestó pacíficamente el 11 de septiembre en Barcelona, en la Diada, fecha fetiche para los nacionalistas. La, posible, reclamación unánime era la independencia aunque algunos de los que viven allí aseguran que las cifras están en cuestión y que entre los que acuden hay un amplio surtido de sensibilidades, ideologías y propósitos.

Pero la sensación que ha quedado es que la reclamación de secesión es mayoritaria, irrefrenable. El desapego por la política fiscal y, simplificado, el concepto de que España expolia las arcas públicas catalanas ha calado. El que lee, el que mira, al margen de su opinión, da por hecho que tras las próximas elecciones autonómicas del 25 de noviembre, convocadas por Artur Màs, brotará una amplia mayoría nacionalista-independentista. Este grupo fijará un referéndum que preguntará por el deseo de independencia. Incluso, el espectador inadvertido piensa, a la vista de ese carrusel informativo, que el resultado será un enorme ‘sí’ a la ruptura.

Entonces, vivirá con dolor, ilusión o distancia, un episodio histórico de trascendencia descomunal, la mayor alteración del mapa político de España desde que perdiera las colonias de ultramar, la primera fragmentación administrativa en la Península Ibérica en tres centurias. Sería decir adiós a la segunda región más poblada (sólo por detrás de Andalucía), con siete millones de habitantes, la de mayor densidad industrial y empresarial, una de las tres con mayor renta per cápita. Luego vendrían las consecuencias para la convivencia, los boicots, la Unión Europea, la moneda, las antipatías, las repercusiones en el turismo (primera fuente de ingresos de la provincia). Dicho así, la imaginación del que está en el sofá galopa hasta creer que está viendo una película en vez de un informativo. La voz de la realidad, los ciudadanos anónimos o los representantes profesionales convierten ese largometraje político en prosa, añaden un cúmulo de advertencias y matices.

Un catalán que vive en Cádiz hace tres años, un gaditano que vive en Barcelona desde 1974 y un portavoz de los empresarios de aquí cuestionan todas las líneas del guión. Sin conocerse ni compartir discurso, coinciden en que celebrar un referéndum no será tan sencillo, que su resultado no está tan claro, que la independencia sería un proceso larguísimo, complejo, costoso para ambas mitades de la pareja rota y, por supuesto, sin consecuencias reales en la convivencia de los gaditanos allí, ni de los catalanes en Cádiz, sin reflejo en ningún tipo de descenso de consumo de productos o servicios. «La gente está por encima de todo eso, es más inteligente que todo eso», dicen en algún momento.

Todas las opiniones se dividen en tres grandes bloques: la previsión, la preferencia y el escenario final.

¿Qué pasará?

La mayoría no tan absoluta

Juan Delfín tiene una empresa que cuida masías, en las que ofrece además servicios de protocolo y cátering. Es gaditano, tiene 62 años y lleva 38 viviendo en Barcelona. Se fue en 1974. Su primera impresión cuando se le pregunta por la aparente oleada independentista es que «no es tan así, no es tan así. La calle, en general, piensa de otra forma, está en otros problemas y dudo de que esté tan mayoritariamente por todo eso. Hay gente que sí, claro, pero no creo que sea real esa sensación tan abrumadora que puede entenderse fuera de Cataluña». Concepción Azor, su mujer, con la que comparte la empresa que da vida a esas casonas rurales tiene una óptica similar: «Es un bombardeo constante de información sobre la independencia, pero la mayoría de la gente está en arreglar problemas cotidianos y somos animales de costumbres. Ese cambio sería muy brusco y los cambios dan siempre miedo, no sé si hay tanta gente a favor. En la calle da otra sensación».

Carlos Chiva Vega nació hace 41 años en Premià de Dalt, provincia de Barcelona. Lleva tres años en Cádiz, es administrativo y mantiene activos todos los vínculos posibles con Cataluña: familia, amigos, idioma y medios de comunicación de allí («En cuanto termine de hablar contigo, veo ‘Polonia’», un popular programa de sátira política de TV3 que despelleja sin piedad a todos los dirigentes catalanes). Asegura que ve «muy probable el referéndum». Más allá, es política de ficción: «CiU da dos pasos adelante y uno atrás. Nunca se sabe con ellos. En buena parte es burguesía catalana, siempre pendiente del capital, de la empresa y lo que digan estos pesará mucho. Igual no está todo tan claro». Azor añade: «Estamos muy hartos de los políticos en todas partes, en Cataluña, también. Igual algunos están tapando ahora sus vergüenzas, la gestión, con la bandera de la independencia. La gente está harta, no entusiasmada».

¿Qué deseas que pase?

Que hablen las urnas

Carlos Chiva lo tiene claro: «Creo que de las elecciones del día 25 saldrá una mayoría amplia entre CiU y Esquerra y otros nacionalistas, con lo que propondrán el referéndum. A partir de ahí, quiero que pase lo que quiera la mayoría. Pero no me vale que el ‘sí’ a la independencia gane con el 51% de los votos frente al 49%, ni al revés. Ni 60-40. Eso convertiría Cataluña en un infierno. Que gane lo que la gente quiera pero por dos tercios; así luego no habrá tanto margen de discusión». Delfín, llegado el referéndum, tampoco lo teme: «Que se vote, igual alguno se estrella y se queda sin argumentos. A la manifestación de la Diada fue mucha gente pero hay una gran mayoría silenciosa que, si se movilizara, podría provocar un resultado sorprendente. Aunque la gente está muy confusa, en la calle te preguntan sin el 25 de noviembre se vota la independencia, cuando se trata de adelanto de autonómicas. Luego está lo de conservar la moneda, no es tan sencillo. La gente ve venir los problemas y los rehuye».

Javier Sánchez Rojas, vicepresidente de la Confederación de Empresarios de Cádiz, advierte que Artur Màs ha realizado «un movimiento estratégico» que puede ser «menos de lo que parece, igual no está todo tan cerca, no va todo tan rápido». Recuerda que la independencia tiene mil escollos legales y que podría crear precedentes para todas las comunidades autónomas. Además, recuerda que «la patronal catalana es el sector que más serenidad está poniendo» y actuará de contrapeso.

¿Y si pasara?

Dificultades pero no miedo

Los que ven Cataluña desde Cádiz como los que tienen la panorámica contraria están convencidos de que «llegado el caso de la independencia, no habría dramas ni problemas en lo cotidiano». Eso sí, caben muchas preocupaciones. Sánchez Rojas recuerda que «hace cinco o seis años, hubo un movimiento político similar, no tan fuerte, y las ventas de cava bajaron un 25%». Chiva admite que, «si se produjeran boicots comerciales de ese tipo, los catalanes también los harían, quizás no vendrían de vacaciones, son solo siete millones pero con alto poder adquisitivo». Pero todos confían en que no pasará, el vicepresidente de la patronal gaditana, ni siquiera quiere hacer suposiciones: «No me gusta la política-ficción: es hacerle el juego a los independentistas radicales».

El catalán en Cádiz asegura que, dentro de muchos años, si se diera el adiós, «las dos partes los pasarían inicialmente muy mal pero creo que Cataluña, a medio plazo, sería uno de esos pequeños países ricos de Europa. Tiene motor industrial, buen ubicación geográfica, tradición cultural...». Pero ninguno lo espera pronto, ni lo ve fácil, ni teme ningún deterioro de convivencia. «En Cádiz nadie ha tenido nunca un gesto desagradable por decir que soy catalán y no creo que eso vaya a cambiar nunca».