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Contra las malas notas, entrenamiento visual

Un problema de vista puede explicar muchos casos de fracaso escolar. Además de revisiones, los ópticos apuestan por ejercitar los ojos para mejorar su rendimiento

MADRID Actualizado: Guardar
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M anel apuntaba maneras de mal estudiante en cuanto comenzó a ir al colegio. Le faltaba concentración, no atendía en clase y no mostraba el más mínimo interés por los libros. Sus notas, aún siendo muy pequeño, eran muy malas. Pasado el tiempo, ahora en segundo de Primaria, presume de tener un rendimiento académico envidiable y se acuesta todas las noches con un libro de aventuras que le apasiona. Tanto, que también lee un poco por las mañanas antes de ir al colegio. Uno y otro son el mismo niño, pero el primero tenía un defecto en la vista no diagnosticado y el segundo es el resultado de haber pasado por una graduación correcta y una terapia de entrenamiento visual para mejorar su rendimiento.

Este niño es un ejemplo de cómo la falta de salud visual puede ser la causa del fracaso escolar, algo que sucede en un alto porcentaje de casos en nuestro país. Según un estudio realizado recientemente, la mitad de los niños que necesitan gafas no han sido diagnosticados y un 30% de los escolares tienen síntomas, como la falta de concentración, que –aunque se debiera– nunca se llega a relacionar con la vista. Y todo, a pesar de que la importancia de ver correctamente va más allá de lo anecdótico: hasta los 7 años, el desarrollo integral del niño depende de un funcionamiento óptimo de su sistema visual.

Pero, ¿cómo actuar a tiempo? La observación de los hábitos de lectura del niño son fundamentales. Xavier Vivas, presidente del Instituto Federópticos, señala un detalle que, según advierte, «todos los profesores deberían conocer». Se trata de la tendencia de un niño a taparse un ojo para concentrarse al hacer los ejercicios en clase. «Este es un signo de alerta de que algo falla. Y no solo se trata de hacerle ver una tabla con letras de distinto tamaño para graduarle la vista, como se ha hecho siempre. Son necesarias otras pruebas para ver si la visión binocular, esto es, el funcionamiento correcto de los dos ojos en combinación, es óptima. De un problema en este terreno surgen muchos problemas de comprensión lectora, al no poder soportar la lectura continuada por el esfuerzo al que el ojo es sometido». Sin citar otras consecuencias más sorprendentes como, por ejemplo, aquellas personas que alardean de tener una vista envidiable, pero no perciben el 3D de una televisión de última generación porque sus ojos no se lo permiten.

El análisis de la visión binocular es una prueba más dentro del estudio completo al que se puede someter a un niño que comienza a dar muestra de falta de rendimiento visual. Porque, como señala Vivas, la prueba de agudeza frente a la clásica tabla de cifras y letras de distintos tamaños no es suficiente.

Un examen en cinco fases

Para detectar el 100% de los problemas visuales es necesario realizar un examen optométrico completo de cinco fases: movimientos oculares relacionados con la lectura, estudio de la binocularidad o visión en 3D, refracción visual o graduación del ojo, examen de la salud ocular (con pruebas específicas como la retinografía o la sensibilidad al contraste, entre otras) y por último, habilidades visuales de percepción. La realización única de pruebas rutinarias pueden pasar por alto un 60% de las anomalías.

Una vez realizado el diagnóstico y la graduación, si un niño (o un adulto) necesita gafas las tiene que utilizar. Pero existen métodos que ayudan a que los ojos no se vuelvan vagos. Todos ellos se engloban en la denominada terapia visual que, como advierte el citado optometrista, en la actualidad está creciendo cada vez más entre los tratamientos que ofrecen los especialistas. Esta consiste en un conjunto de ejercicios que ponen en forma los seis músculos que cubren el ojo para hacerlo más eficiente.

En el caso de los niños, se trata de mejorar su capacidad para concentrarse en sus deberes escolares. En adultos se aplica tanto en militares para el manejo de armas, como en profesionales que trabajan con maquinaria. Nuria Baldrich, optometrista especializada en este terreno, reconoce que para obtener resultados hay que trabajar duro durante alrededor de seis meses. Eso sí, también apunta que una vez que se ha terminado de entrenar el ojo solo sería necesario realizar un poco de mantenimiento cada tres meses. Cuando se ha hecho la terapia, los beneficios se mantienen a largo plazo. En el caso de los adultos, resulta más complicado porque lo habitual es que se exijan resultados inmediatos, cuando lo que hay que tener para alcanzar el éxito es constancia y paciencia. Cuando se trata de niños, Baldrich aplica la terapia en forma de juegos y los motiva con regalos. Pero sobre todo implica a toda la familia. «La terapia visual supone un cambio en casa. El niño tiene que hacer todos los ejercicios que le manda el especialista y los padres tienen que ayudarlos a ser constantes», explica.

Estos ejercicios van desde la visualización de láminas con dibujos en tres dimensiones, hasta la estimulación luminosa, pasando por la colocación de pequeñas figuras de colores formando formas en paneles. Entre los más entretenidos para los niños se encuentra además uno que consiste en seguir una pelota que oscila sobre su cabeza como un péndulo, colgado del techo, en la que tiene que buscar una letra. Estas tareas que obligan a los ojos a hacer un esfuerzo se traducen en rendimiento a la larga. Estas técnicas aún no están a la orden del día en España, aunque comiencen a abrirse camino en centros especializados. En cambio, es bastante común en países como Estados Unidos. No solo en niños. «Muchas personas de 60 años hacen este tipo de ejercicios para entrenar sus ojos», concluye Baldrich.

Los hábitos sociales, tanto laborales como recreativos, han duplicado la presencia de miopes. Esto se debe a que se fija la vista en una zona cercana y limitada de movimientos y al acercarnos, se produce una acomodación. Aunque es sabido por muchos, no está de más recordar cada día para ayudar a los hijos una máxima que evitará que el ojo se malogre: para leer (u otras actividades como trabajar ante un ordenador) lo ideal es mantener la distancia de Harmon, es decir, la existente entre el codo y la primera falange del dedo corazón.