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Varios manifestantes zarandean la valla momentos antes de las cargas ante la mirada de los agentes acantonados tras la barrera, el pasado martes. :: ÓSCAR CHAMORRO
ESPAÑA

«No fue nuestra mejor actuación»

Responsables del operativo tildan de «intolerables» los desmanes de los agentes en la estación de Atocha Mandos policiales admiten «fallos» en la planificación del despliegue para proteger el Congreso

MELCHOR SÁIZ-PARDO
MADRID.Actualizado:

El ministro del Interior calificó la actuación de los antidisturbios el 25S de «espléndida», «magnífica», «perfecta» y «extraordinariamente buena». Ni sombra de autocrítica tras unas cargas que terminaron con 35 detenidos, 64 heridos y con las imágenes de las revueltas en todos los medios internacionales, precisamente las fotografías que querían evitarse para no dañar la 'marca España' en el momento más delicado.

Sin embargo, los encendidos elogios de Jorge Fernández Díaz a las Unidades de Intervención de la Policía (UIP) no impidieron que los mandos policiales reconozcan fallos, máxime cuando centenares de vídeos en internet dan cuenta de hechos irregulares, como los desmanes de los policías en la estación de Atocha, que son poco justificables: «El 25S no fue nuestra mejor actuación y desde luego hubo muchos fallos», reconocen sin paños calientes responsables de la unidad.

El primero de los errores -aceptan- fue la mala planificación del dispositivo. ¿Cómo es posible que uno de los mayores despliegues policiales con cerca de 1.500 efectivos y con días de antelación para cerrar al detalle el operativo no fuera capaz de controlar a unos pocos miles de personas, la mayoría de ellas con intenciones pacíficas? En una situación normal, menos de cien antidisturbios se bastan para mantener bajo control a una concentración similar. La pregunta para todos los operativos de la UIP consultados tiene la misma respuesta: el fallo fue situar a los agentes detrás de las vallas y convertir el Congreso en una suerte de 'fort comanche' donde las fuerzas de seguridad vestidas de vaqueros esperaban el asedio de los 'indios indignados'.

A las 19:00 horas del martes, cuando varios miles de personas se agolpaban en la plaza de Neptuno, solo había un grupo de 50 agentes fuera del perímetro y, ni siquiera, estaba delante de la verja, sino arrinconado contra la pared del Museo Thyssen. Justo detrás de las vallas, sin embargo, había 200 agentes. El problema -señalan- radica en que Interior fijó el 'asalto' de la verja como el 'punto de no retorno'. A partir de ahí, había órdenes de disolver la concentración costase lo que costase y sin miramientos.

Todos los mandos coinciden en que si se hubieran situado a esos dos centenares de agentes delante de la valla los concentrados jamás hubieran logrado abrir un boquete en el perímetro y nunca se habría encendido la mecha que prendió todos los disturbios de ese día.

Además, la propia valla era un «desastre», en palabras de los jefes policiales. Lejos de constituir un entramado estable y «trenzado» -una técnica conocida desde hace décadas y que hace que las barreras se conviertan en ratoneras para quien se adentra en ellas- el muro de contención era una sucesión de vallas de obras atadas entre sí con cadenas. Esa estructura endeble pudo ser arrastrada sin problemas por una decena de radicales a las primeras de cambio y se abrió un pasillo hacia el Congreso de una decena de metros de ancho.

Solo entonces la Policía se dio cuenta de la vulnerabilidad de su perímetro y mandó a dos centenares de policías fuera. Pero ya era demasiado tarde para hacer un nuevo cordón sin cargas contra los millares de manifestantes. Otro error de bulto fue situar en el centro de la refriega una decena de furgonetas, una orden de la que nadie todavía ha podido aclarar su autoría y que por fortuna no terminó con el incendio de los vehículos.

Solo ante el cariz que tomaba la situación se decidió no desalojar la plaza y los agentes se limitaron a controlar a los violentos. El problema es que con ese improvisado cordón policial, los enfrentamientos cara a cara se multiplicaron. Y con ello, el temor de los propios policías a verse rodeados y aislados. Las nuevas cargas no se hicieron esperar.

De «otro costal»

«Harina de otro costal» es la estación de Atocha, afirman. Ahí no hay ni intento de explicación y, aún menos, de justificación. El retén que causó el pánico en la estación tenía como única misión evitar la entrada en las instalaciones de alborotadores que huyeran del cerco al Congreso. Sin embargo, y sin tener órdenes para ello, se dedicaron a perseguir por su cuenta y riesgo a un grupo que les lanzó materiales de una obra cercana y que, al parecer, se refugiaron luego en la estación. «La persecución de esos individuos era competencia de los agentes de seguridad ciudadana o de los servicios de información, pero no de un grupo antidisturbios cuya misión era que no se provocara el pánico dentro de Atocha y no crearlo ellos mismo con sus salvas», señala uno de los mandos de la UIP, que no descarta que se abra una investigación interna sobre esta irrupción, en la que además no hubo detención alguna. «El peligro que causaron en unos andenes llenos de pasajeros y con carreras por las escaleras mecánicas es absolutamente injustificable», insisten.

En el 25S todos son autocríticas, pero no el 26S. El miércoles solo hubo incidentes menores al final de la protesta. Solo a medianoche, cuando la Delegación del Gobierno ordenó abrir el tráfico en el eje Castellana-Paseo del Prado, hubo cargas, pero solo contra un grupo de irreductibles, que se empeñaba en sentarse en la calzada. Hubo tres heridos y tres detenidos, unas cifras mucho menores a pesar de que el 26S hubo tanta gente como el día anterior.

A pesar de que era una convocatoria ilegal, la del 25S sí que estaba autorizada, las órdenes de los antidisturbios era otras: guante blanco. «Y así lo hicimos porque estamos entrenados para ello», apunta un responsable de uno de los grupos. Centenares de agentes fueron encapsulando a los manifestantes sin que éstos se dieran cuenta, estrangulando pacífica y pacientemente a la multitud que dejaba la plaza «aburrida» de manifestarse.

«En el 26S, solo al final se empleó la fuerza. Pero eso no lo decidimos los policías, ni siquiera los mandos. Nosotros recibimos órdenes», afirma uno de los jefes, antes de recordar que en las decenas de manifestaciones del 15M en 2011, incluida la ocupación de la Puerta del Sol, «las cargas en toda España se contaron con los dedos de la mano».