50 Sombras de Montiel
Actualizado: GuardarCincuenta millones de mujeres de todo el mundo no pueden estar equivocadas. La trilogía de las ‘50 sombras’ ha tenido tanto éxito que lo que ha sido llamado el ‘porno para mamás’ es un fenómeno de ventas aquí y en Manhattan. Nuestras esposas (y ex esposas) están ardientes. La clave no es la calidad gramatical del libro o la profundidad de sus caracteres, sino la seducción de lo romántico y lo prohibido, la explotación de lo secretamente añorado. Su autora, E. L. James, era una fanática de la saga ‘Crepúsculo’ que publicó en un fanzine un relato subido de tono sobre las andanzas sexuales del vampiro Edward Cullen y su contenida amada, Bela Swan. Así fue llamada la autora de ‘50 sombras de Grey’ a construir un castillo sado-literario basado en las andanzas del maduro multimillonario Christian Grey; un hombre alto, guapo, rubiasco, extremadamente educado en la mesa y sumamente agresivo en el mantel.
El libro triunfa. Explora la doble cara de la mujer: la niña romántica que desea conocer a su eres tú mi príncipe azul y la mujer adulta, de vuelta de la vida, que espera al amante insaciable y poderoso que la arrebate de la rutina diaria, del mistol, los pañales y el egoísmo marital a base de orgasmarla en donde cuadre. Desear lo que se lee se convierte en una infidelidad implícita y permitida. Y admitida. Aunque después vienen los problemas. He escuchado graznar a feministas radicales que el libro es un bodrio machista y que las enerva la sumisión sexual de la joven Anna Steele, personaje que supuestamente las insulta y desprecia como mujeres. Compungidos caballeros miran, por contra, al suelo, humillados, mientras sus esposas relatan con ilusión cómo ansían que el tal Grey las sodomice en los baños del Teatro Falla. Luego, en la intimidad del hogar, llegan los reproches y las odiosas comparaciones. Resulta difícil competir con la fantasía de una fan porque lo ideal siempre supera a lo real y más aún si el caballero –que no es alto, guapo y millonario– es inhábil para fletar un jet privado que lleve a la desabrida cónyuge a cenar sushi a París.
Habrá, por tanto, de vengarse el hombre contra-imaginando a la señorita Steele diciéndole a Grey que domine su erección, que hoy le duele la cabeza; o al millonario justificando a la enfadada joven que ha comprado el Interviú por sus magníficos reportajes de investigación. ¿Y si fuera al revés, si el esposo estuviera hipnotizado y abducido por una novela sobre una mujer atractivísima, millonaria y sedienta de esperma, siempre solícita a los deseos del amante? Explotaría más de un conflicto marital con las porno-mamás. Y hablando de conflictos. Una amiga de mi esposa le dijo ayer que, cuando leía el libro, imaginaba a Grey con mi rostro por mi ‘notable parecido físico’ con el personaje. Acabas de cincuenta ensombrecerme la vida, reina, que lo sepas. Esto es un infierno.