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¿Mayday o pan-pan?

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Sí estamos intervenidos desde agosto de 2010, porque fuimos rescatados mediante una compra masiva de deuda, el estigma del nuevo rescate ahora, puede que sea también una cuestión semántica, de ‘nomen iuris’, más que de nuevas condicionalidades propiamente dichas. Lo del nombre no obstante tiene su importancia. De ahí que lo supuestamente pretendido por el Gobierno español se le fuerce a llamarse rescate blando o suave, asistencia por la red europea de seguridad o línea de crédito. ZP lanzó un S.O.S. o lo que es lo mismo, puso en marcha el protocolo marítimo ‘mayday mayda mayday’, lo que significaba que zozobrábamos y el desastre se vislumbraba por doquier. Éramos el país con uno de los mayores déficits públicos e incrementábamos la deuda a una velocidad peligrosísima. Ahora, la situación sigue siendo dramática, pero las reformas emprendidas aunque tímidas, contienen la situación en el corto plazo, exigiendo la colaboración del BCE, sin cuyo concurso deviene en imposible. Estamos en situación de urgencia económica, lo que en términos náuticos exigiría poner en marcha el protocolo ‘pan-pan pan-pan pan-pan’.

La cuestión es la siguiente: ¿puede España no solicitar el rescate? Aunque parezca mentira, la respuesta a la pregunta exige delimitar el concepto. Sí por rescate entendemos lo acontecido en Gracia, Portugal e Irlanda, quizás nuestras necesidades no pasen por el ‘rescate’. Pero lo cierto es que estamos necesitados de ayudas y las condicionalidades son importantes y consustanciales a ellas. Es más, creo que hay que ser consciente que las exigencias son necesarias y el Gobierno debiera anticiparse a su puesta en marcha, porque saben cuáles son y siempre es preferible tener cierto margen de maniobra. El punto de encuentro del conjunto de reformas, exige encontrar los instrumentos que permitan la competitividad a nuestra economía. Nuestro deterioro fiscal es consecuencia más que causa de nuestros problemas económicos. El déficit del sector público no es una variable a determinar, sino un dato previo al que habrá que adaptar los programas de ingresos y gastos. Sin duda, ello constriñe la capacidad de movimiento atribuible en principio a la política económica. Entiendo que ello es una ventaja y no un inconveniente. Sin presión exterior, ningún político hace lo que debe. Lo que no signifique que el Gobierno no tenga cierta discrecionalidad para alcanzar el fin exigido por la UE. Cargar el ajuste en la subida de impuesto, en lugar de reducir drásticamente el gasto, es un error, ya que ello condiciona, cuando no impide el crecimiento económico. Por poner un ejemplo: el esfuerzo fiscal español, antes de las últimas medidas dispuestas, o lo que es lo mismo la presión fiscal ponderada por el nivel de renta per cápita, soportado por los españoles era mayor que el soportado por los alemanes. Ahora ni les cuento. Hay que reducir ‘sí o sí’ el gasto público y además la reducción tiene que ser drástica, en el tiempo y en la cuantía. Lo decía De Guindos y llevaba razón: «mantener prestaciones puede ser imposible». Además, los precios públicos deben acercarse a los precios de funcionamiento del servicio y el Estado debe ser drásticamente redimensionado.