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Sociedad

WOODY ALLEN

EDUARDO MOYANO
EL AMBIGÚActualizado:

Creo que tengo todas las películas de Woody Allen en casa. Me pasa con algunos cineastas que considero están un punto por encima de los demás. Me ocurre, por ejemplo, con Berlanga o con actrices que con su sola presencia llenan la pantalla como son los casos de Greta Garbo o de Marilyn Monroe. Todas las películas en las que han actuado o que han dirigido no son maravillosas, pero siempre hay algo que rescatar.

Esta semana asistí al pase de la última película de Woody Allen 'A Roma con amor' y debo decir que la sala estaba a rebosar. Los exhibidores estarían encantados si en alguna de las sesiones tuviesen tanta gente. Periodistas veteranos y jóvenes; generaciones diferentes dejándose llevar por las historias que crea el cineasta de Nueva York.

Me decía una compañera, muy joven, que a ella no le gustaba demasiado Woody Allen, pero reconoció que su bagaje se limitaba a los siete o ocho últimos años. Y seguramente esta etapa sea de las más flojas de su carrera. Si exceptuamos 'Match Point' y 'Midnight París' la filmografía de Allen ha bajado unos cuantos enteros y 'A Roma con amor' no es una excepción. Hace unos días leí en una entrevista que Allen afirmaba que algunas de sus últimas películas se habían convertido, casi, en guías turísticas. Lo vimos en la desafortunada Barcelona, también en la acertada París y ahora en una Roma que se encuentra a caballo entre las dos citadas. 'A Roma con amor' combina muy buenos momentos con otros bastante menos afortunados. En ella, sin embargo, encontramos todos los elementos del cine de Allen: el humor; la soledad; el amor, el sexo; o la inseguridad de los personajes por muy mayores que sean.

Historias de parejas maduras o jóvenes con algún elemento que los distorsiona y en la que cada uno no es lo que aparenta. Allen ha vuelto a ponerse delante de la cámara para caricariturizarse , siempre con cierta ternura, como hacía Berlanga con sus personajes, y no sólo en el papel que interpreta sino en el de los jóvenes que viven sus propios sueños en una ciudad que ya de por si invita a lo irreal.

Woody Allen siempre nos ofrece algo y muchas de las escenas de sus películas quedan en la retina para siempre. El atraco con una pistola de jabón en 'Toma el dinero o corre'; la retransmisión de la noche de bodas en 'Bananas'; aquel joven aristócrata que hace lo imposible por no ir a la guerra en 'La última noche de Boris Grushenko'; los artilugios orgásmicos de 'El dormilón' o títulos que considero auténticas obras maestras como 'Manhattan', 'Annie Hall', 'Balas sobre Brodway' y un largo etcétera que a mí, cuanto menos, me hace esperar con expectación la película anual de un señor bajito, pelirrojo y con gafas que responde al nombre de Woody Allen.