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Enero de 2011. El Rey recibe a Artur Mas en la Zarzuela tras la celebración de las últimas elecciones catalanas. :: BALLESTEROS / EFE
ESPAÑA

Cataluña y el Rey, una relación de luces y sombras

La carta ha reavivado el histórico rechazo del nacionalismo a los Borbones, adormecido durante años

CRISTIAN REINO
BARCELONA.Actualizado:

En pleno auge del sentimiento independentista catalán, reflejado en la manifestación de la Diada, el Rey Juan Carlos visitará el martes que viene la Ciudad Condal. Lo hará para presidir la entrega del Premio Conde de Barcelona, fundación de la que es presidente de honor. Un acto que sería uno más de los muchos a los que el jefe del Estado asiste con asiduidad en Cataluña si no fuera porque se produce una semana después de su toque de atención.

El Rey presidirá el evento en el Monasterio de Pedralbes junto al president de la Generalitat, Artur Mas, uno de los aludidos, sin citarlo, de la ya famosa misiva real, lo que cargará de interés el encuentro. Todo se interpretará en clave de termómetro sobre cómo están las relaciones entre la Corona y Cataluña, justo cuando el 51% de los catalanes se declaran partidarios de la independencia.

El Rey ha perdido «amigos» en Cataluña por su misiva, expresó Duran i Lleida. Para los sectores más radicalizados no ha hecho más que alimentar el mito de que Cataluña no casa con los Borbones, una historia que viene de la Guerra de la Sucesión española (1714), cuando los catalanes tomaron partido por la dinastía de los Austrias y no por Felipe V. Solo una declaración como la que el Rey hizo en Barcelona en 1976 en su primer viaje oficial como jefe del Estado sería capaz de reconducir los ánimos. «Yo os aseguro que ninguna aspiración ni proyecto legítimo quedará sin atender, sea del individuo, del grupo social, de la ciudad, de la provincia o de la región», afirmó.

Desde entonces, los lazos entre la Corona y Cataluña han vivido momentos buenos y también malos. Con quien mejor se ha entendido siempre el Monarca, cuyo vínculo con Cataluña le viene además por su condición de conde de Barcelona, es con Jordi Pujol. «Nuestras relaciones son mutuamente leales», declaró en su día el que fue el president de la Generalitat durante 23 años. Aquellos lazos se forjaron en plena Transición, primero por el president Tarradellas, y después por el propio Pujol, por su papel de apoyo al Rey en la larga noche del 23-F. A partir de ese momento, trabaron una gran complicidad. Incluso los más nacionalistas hablaban siempre de una Cataluña independiente con el monarca como jefe del Estado, como en los países de la Commonwealth.

Periodo álgido

El periodo álgido en las relaciones entre la Corona y Cataluña se vivió en 1992. El príncipe Felipe desfiló como abanderado del equipo olímpico español y por primera vez se utilizó la fórmula de un evento organizado por Barcelona, Cataluña y España, sin que ninguna de estas tres se sintiera menospreciada.

Además, y de alguna manera, el Rey tiene una hija catalana (según el concepto pujoliano de que todo el que vive y trabaja en Cataluña es catalán). La infanta Cristina se casó en la Catedral de Barcelona con un deportista del Barça que era muy respetado y admirado (antes del 'caso Nóos'), sus hijos nacieron en Barcelona, trabaja en La Caixa, institución catalana por antonomasia y pasa sus vacaciones en Baqueira.

Pero pasada la euforia del espíritu olímpico y del hechizo de una boda real, hoy, décadas después, las cosas son distintas, aunque el Príncipe se esfuerce en estrechar lazos a través de la Fundación que lleva su nombre (es Príncep de Girona, duque de Montblanc, conde de Cervera y señor de Balaguer) y a pesar de gestos como el hecho de que el Rey se operara del tumor en el pulmón en un hospital de la sanidad pública catalana. La afición del Barça recibe al Rey con sonoras pitadas, se suceden las mociones municipales para declarar persona non grata al Monarca o se queman retratos reales en las manifestaciones. No puede decirse que no haya monárquicos en Cataluña (el principal periódico que se edita en Barcelona lo es), si bien ya nada será igual tras la carta, las cacerías reales o la imputación de Urdangarin.