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El origen de un conflicto enquistado a tres bandas

SHANGHÁI. Actualizado: Guardar
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China no se cansa de repetir que la soberanía de las islas Diaoyu le pertenece desde «tiempos ancestrales», y que hay multitud de pruebas que así lo refrendan. Sin embargo, el único indicio que se ha mostrado hasta ahora es el de varios libros de viajes chinos en los que se citan los islotes inhabitables que, eso sí, esconden grandes reservas de gas y petróleo, así como una pesca abundante.

Japón, por su parte, no da el brazo a torcer. Pero, consciente de que los islotes están bastante más alejados de su territorio que del chino, prefiere no mentar su turbulenta historia colonial para razonar su postura. Lo único que dicen sus gobernantes es que la República Popular China nunca reclamó las rocas hasta que fueron encontrados los yacimientos de crudo, en la década de 1970.

Curiosamente, el territorio que más fácilmente podría exigir su soberanía, Taiwán, es el que está mostrándose con más calma en esta gran refriega. La antigua Formosa es la que históricamente administró las Diaoyu hasta antes de la primera guerra sino-japonesa, en 1894, y es cierto que entonces Taiwán estaba gobernada por el emperador de Pekín. Pero China cedió la isla que ahora considera su 'provincia rebelde' tras aquella derrota.

Solo al final de la Segunda Guerra Mundial Japón firmó el Tratado de San Francisco que supuso la devolución de esos territorios a China. Pero a la República de China, actualmente la denominación oficial de Taiwán, y no al país que Mao Zedong fundó en 1949 y que entonces ni Estados Unidos ni Japón reconocían. Claro que, como Pekín tampoco reconoce la independencia de Taiwán, considera las Diaoyu parte indivisible de su territorio. Y no permitirá que nadie se lo vuelva a arrebatar.