HOJA ROJA

¡Vamos!

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La música, que no siempre amansa a las fieras, sirve en muchas ocasiones como catalizador de sensaciones, como un decantador de estados de ánimo que no siempre se pueden expresar con palabras. De eso saben mucho los cinéfilos, que inmediatamente son capaces de encontrar la banda sonora adecuada a cada momento del día, de dar con el himno más apropiado para cada ceremonia. Y ya que estamos, parece que no resulta excesivamente difícil encontrar la música de fondo para esta ceremonia de la confusión en la que vivimos desde que llegó la crisis. Como ejemplos, se me ocurren –y a usted también– muchos, desde el refinado Réquiem de Mozart hasta el macarra ‘¡A por ellos!’ que tanta gloria nos dio. La música no siempre amansa a las fieras, ya ve. Es tal la mezcla de crispación y de sometimiento que uno podría cantar ‘The final Countdown’ –recuerde, Europe, mire por dónde– y quedarse tan tranquilo. Sabemos que poco o nada podemos a hacer en contra de las medidas de recorte que nos imponen desde arriba, y también sabemos que poco o nada estas medidas van a servir para sacarnos de la casilla 31 por mucho que ya se vislumbre el rescate desde abajo. Lo sabemos, pero también sabemos que tenemos derecho a protestar y a decir que no estamos de acuerdo. Eso es lo que pretende la gran concentración convocada por los sindicatos mayoritarios para esta mañana en Madrid, poner música para sobrevivir a tanto disparate «somos una marea de gente, todas diferentes, remando al mismo compás» que decía Macaco, no lo olvide. Grandes mareas llegan a Madrid, la marea naranja de los trabajadores de servicios sociales, la verde de los de Educación, la blanca de la Sanidad y la negra, la de los Funcionarios Públicos, a las que habría que añadir la manifestación convocada por la CNT y la de Falange, también en contra de los políticos, todos al mismo compás. Juntos pretenden hacer visible algo invisible que, sin embargo, se palpa en el ambiente, el descontento de cientos de miles de ciudadanos con las medidas restrictivas del Gobierno. Porque están pagando la cuenta de un convite del que nunca fueron comensales, porque se han convertido en el blanco perfecto para los francotiradores de este conflicto económico. «¿Dónde está nuestro error sin solución?», preguntarán hoy, ¿Quién os dio permiso para meternos la mano en la cartera de este modo? Todos saben que el objetivo no es ganar la batalla, sino la guerra y que la guerra está perdida, pero nada ni nadie puede negarles su papel en el juego de la democracia. Piden un referéndum a la desesperada, como la adolescente que le reprocha a su madre que le compre la ropa sin consultarle sus gustos.

Nadie se niega a acatar las leyes, y todos sabemos que las leyes pueden ser muy duras, pero también sabemos que el precio que pagaremos por cumplirlas dejará a esta sociedad hipotecada durante mucho tiempo, tal vez más tiempo del que disponemos. No se trata de pedir lo imposible, sino de que no nos cabreen más, y de recordarle al Gobierno que nuestra banda sonora suena a aquello que cantaba Alaska «Haces muy mal en elevar mi tensión». Porque luego, pasa lo que pasa, y es que la música no siempre amansa a las fieras.