Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Cristina Fernández posa junto a dos marionetas gigantes de ella y su difunto esposo, Néstor Kirchner, elaboradas por sus seguidores. :: EFE
MUNDO

Cristina tropieza con la Constitución

El 66% de los argentinos se oponen a una reforma de la Carta Magna para que la presidenta opte a la reelección

MARCELA VALENTE
BUENOS AIRES.Actualizado:

Si se les pregunta a los argentinos de a pie, la mayoría no están interesados siquiera en discutirlo. Pero el tema ya inquieta en medios políticos, empresariales y periodísticos. ¿Se promoverá desde el oficialismo una reforma de la Constitución para habilitar a Cristina Fernández de cara a gobernar por tercera vez consecutiva? ¿Quiere ella volver a ser candidata? Y si no es ella, ¿quién podría heredar su poder?

Una encuesta de la consultora Poliarquía indicó este mes que el 51% de los argentinos aprueba la gestión presidencial, a pesar de que les preocupa la inseguridad y la inflación. Sin embargo, cuando se les pregunta si quieren una reforma de la Carta Magna para una nueva reelección de Cristina, el 66% dice 'no'. Más aún, entre los que apoyan al Gobierno, el 57% rechaza manosear la Constitución para crear ese traje a medida.

La presidenta sonríe ante las especulaciones. Parece divertirle la incertidumbre. No alienta ni desactiva el debate. Pero tampoco confiere poder a ningún cuadro político que pueda hacerle sombra. Todo lo contrario. El círculo siempre estrecho de la toma de decisiones se ciñe más y más sobre ella misma. En cambio, dirigentes del oficialismo y la oposición empiezan a fijar ya su posición.

En Argentina, la última reforma constitucional, sancionada en 1994 a instancias del entonces presidente Carlos Menem (1989-99), habilitó a un segundo mandato consecutivo. Antes los líderes políticos gobernaban seis años sin reelección. Con la reforma, el período se acortó a cuatro años con posibilidad de seguir otros cuatro. Pero hasta ahí.

Para convocar a una reforma el oficialismo debería ganar las elecciones legislativas de 2013 por más del 40% de los votos, y aún así necesitaría aliados para llegar a dos tercios del Congreso y declarar necesaria la revisión. Suspicaces, los opositores interpretan como una búsqueda oportunista la propuesta del oficialismo de bajar por ley la edad para votar de 18 a 16 años. El tema incomoda a muchos rivales del Ejecutivo que estarían de acuerdo si el proyecto viniera de otro lado.

Frente a esta carrera de obstáculos, algunos gobernadores -interesados en reformas en sus provincias que les permitan perpetuarse en el poder- anticiparon el debate expresando su apoyo a una virtual postulación de Cristina para 2015. Otros, como Daniel Scioli, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, se ofrecen como relevo. Aunque aclara siempre que si ella quiere ser candidata aplazaría su ambición y la apoyaría.

Sin herederos

También están los intelectuales agrupados en Carta Abierta -un colectivo de artistas, escritores, periodistas y pensadores cercanos a la presidenta- que periódicamente emiten documentos. El último alertó sobre la necesidad de una reforma constitucional que se adapte a los nuevos tiempos, una reivindicación que no pocos interpretan como una avanzada para allanar el camino a una nueva candidatura de Cristina.

Finalmente, están aquellos que creen que agitar el fantasma de la reelección es útil para fortalecer a la presidenta hasta 2015, un periodo en el que la gobernabilidad se hace difícil y sin herederos a la vista. El vicepresidente elegido por Cristina para su segundo mandato, Amado Boudou, nunca se recuperó de las denuncias de corrupción que están ahora bajo la lupa judicial. Scioli, el mejor posicionado en las encuestas después de la propia presidenta, no es hombre de su confianza.

Por el lado de la oposición argentina, la supuesta ambición de Cristina ha constituido un factor aglutinante para un elenco muy fragmentado. Aunque el más contundente fue Mauricio Macri, alcalde de Buenos Aires y principal rival de la presidenta. «El cementerio está lleno de imprescindibles», dijo.

En cualquier caso, lejos está Argentina hoy del escenario que instaló el brasileño Luiz Inacio Lula da Silva cuando se acercaba el final de su segundo mandato y no había quórum para una reforma que lo habilitase para seguir. Lula depositó su poder en la jefa de Gabinete, Dilma Rousseff, la invistió como candidata y ganaron los dos.