MUNDO

La paz vuelve al Sur

CHARLOTTE. Actualizado: Guardar
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«¡Obama tenía que pagarme lo que estoy perdiendo!», se quejaba el jueves el dueño de un restaurante japonés, a pocas manzanas del Time Warner Cable Arena. Las autoridades le habían vendido que haría el agosto en esta semana en la que al menos 50.000 personas descendieron sobre Charlotte para la Convención del Partido Demócrata, pero Hu había tenido la mala suerte de quedar atrapado en el perímetro de seguridad del hotel Hilton, donde se alojaron algunos de los legisladores más importantes y se celebraron importantes recepciones políticas.

Sus clientes habituales son los empleados de las oficinas bancarias y financieras. Charlotte es el segundo centro bancario del país, después de Nueva York, con una gestión de 1.825 millones de euros en activos financieros. Esta semana esas empresas habían pedido a sus empleados que trabajasen desde casa, conscientes de que el caos de tráfico y seguridad no les permitiría llegar.

El propio Hu tuvo que levantarse al alba para llegar a tiempo de abrir el restaurante, pero no se arrepiente de haberlo hecho. «Yo el alquiler lo tengo que pagar igual, así que no puedo perder todo el negocio de una semana». Otros, como Dimitri, que pese al nombre tiene un restaurante italiano, han decidido ni acercarse al centro de Charlotte, porque esta semana estaba lleno de lo que dice odiar más: «Policías y políticos». También hay quien ha hecho el agosto prometido. Muchos restaurantes cambiaron el menú de esta semana, lo reemplazaron con precios más caros que los de Nueva York y dejaron la cocina abierta al menos hasta media noche, que es cuando salían las 20.000 personas de la convención. A partir de esa hora se llenaban bares y hoteles con las fiestas que organizaban los 'lobbies', las delegaciones políticas y los medios de comunicación que aprovechan para promocionarse entre los poderosos de Washington y los 15.000 periodistas que han llegado para cubrir la gran fiesta demócrata.

Charlotte ha sido la pesadilla particular de los que tenían que trabajar, con las comunicaciones colapsadas, embotellamientos infernales y la peor organización dentro del recinto. Hoy, una vez que el presidente, el expresidente y los congresistas han abandonado la ciudad, y el aeropuerto desbordado empieza a recuperar la normalidad, la ciudad de Carolina del Norte que Obama necesita conquistar para seguir en la Casa Blanca recuperará la placidez sureña.