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Québec: el punto muerto

Un hombre disparó sobre militantes independentistas francófonos en la sala donde éstos celebraban su victoria y mató a una persona

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Un trágico suceso ensombreció anoche el final de la elección provincial en la provincia de Québec: un hombre extrañadamente disfrazado y armado con un fusil disparó sobre militantes independentistas francófonos en la sala donde éstos celebraban su victoria y mató a una persona e hirió a dos antes de ser neutralizado.

En el teatro Metrópolis de Montréal hablaba en ese momento Pauline Marois, líder del “Parti Québecois”, el más votado y voz tradicional del independentismo. Y se habrá preocupado al oir al alocado tirador gritar en francés pero con un marcado acento inglés: “los ingleses despiertan”… Una expresión cruda, aunque minoritaria y aislada en un país donde la fuerte controversia social y cultural se sustancia por medios políticos pacíficos.

La señora Marois se apunta un tanto, pero menor y un primer análisis de los resultados tras una campaña llena de exhortaciones independentistas, aunque generales y a menudo de obligado trámite, permite decir que nada sustancial ha cambiado ni en la relación de fuerzas ni en las estrategias de los grandes partidos.

Números cantan

La vuelta al poder de los francófonos independistas se basa en el 32% de los votos y 54 escaños en un parlamento de 125. Los liberales de Jean Charest, que dejan el gobierno, han recibido solo un punto menos de porcentaje, pero cuatro escaños menos (50 tras perder 14) por obra de la ley electoral, muy pro-mayoritaria en nombre de la sacrtosanta estabilidad parlamentaria.

Tercero, como se esperaba, fue tercero el partido “Coalición Porvenir Québec” de un empresario, François Legault, que recibe, con el 27% de los sufragios, 19 escaños. Dos restantes son para los separatistas radicales de “Opción Nacional” de Jean Martin Aussant. Es relevante anotar, además, que estos resultados se producen con una participación del 74%, que contrasta con la bajísima del 57% de la elección de 2008.

Los líderes de los partidos en el civilizado país que es Canadá se felicitaron unos a otros, hicieron las lecturas que convienen a sus expectativas y solo uno, Charest, no pudo ocultar lo que es antes que otra cosa una derrota personal: perdió su escaño en su propia patria chica, Sherbrooke y con toda probabilidad cancela su brillante carrera, en la que llegó a ser viceprimer ministro del gobierno federal en Ottawa.

La cuestión nacional

El Parti Québecois, en la expresión del políticamente difunto Charest, solo ha ganado la primera minoría. Y así es y no solo aritméticamente, sino en términos políticos. En la nunca abandonada y con frecuencia solo retórica “marcha hacia la libertad nacional”, los independentistas habían sido dialéctica y políticamente cautelosos, recurriendo a un tono más bien desiderativo como el empleado por Pauline Maurois en su mítin de cierre de campaña: “el porvenir de Québec es convertirse en un país soberano”, un mantra políticamente correcto, suficiente y de amplio espectro.

Más explícito y crudo en su planteamiento nacional es Jean Aussant, quien creó su “Opción Nacional” hace poco más de un año tras abandonar el Parti Québecois. Puede ser responsable solo parcialmente de robar votos al independentismo tradicional, cuya acción ya se veía complicada por su resultado decepcionante en 2008. Aussant, probablemente, negociará aquí y allá en la nueva asamblea con los grandes partidos según el asunto de que se trate.

La conclusión es que poco ha cambiado el paisaje y menos aún las expectativas sobre la radicalización de las pulsiones soberanistas y un eventual tercer referéndum pro-independencia. La mera suma de los porcentajes de las formaciones pro-federales y “canadienses” da un argumento formalmente solo aritmético, pero muy político y real, contra la tentación, por no hablar de la debilidad de los nacionalistas en la mera gestión de la belle province.