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El presidente Barack Obama, acompañado de un niño, sonríe en un acto electoral. :: PETE SOUZA
MUNDO

Llega el turno de Barack Obama

Los demócratas lanzan en Carolina del Norte la defensa del mandatario que aspira a mantenerse en la Casa Blanca

MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL
NUEVA YORK.Actualizado:

David Axelrod, principal estratega de Barack Obama, sabe exactamente qué es lo que no quiere que pase esta semana en la convención de su partido: que haya un momento Clint Eastwood. «Mi meta personal es que el viernes que viene no estéis diseccionando lo que ha pasado la noche antes», dijo a los periodistas. «Eso hablaría muy mal de nuestra producción».

El mayor show político del mundo que se celebra cada cuatro años en EE UU tiene como misión definir al candidato del partido y convencer a unos 18 millones de votantes indecisos de que es el hombre perfecto para gobernar el país. Durante cuatro días -tres este año en el caso de los republicanos, debido al huracán Isaac-, los productores van creando el clímax con una serie de oradores de primera fila que revelan los aspectos más aduladores del candidato. Para cuando éste sale en escena, al cierre de la convención, todas las cadenas del país están conectadas en directo. En el caso de Mitt Romney, el jueves por la noche, 30,3 millones personas en once canales, casi diez millones menos de los que vieron a John McCain hace cuatro años en siete canales. La televisión empieza a perder poder en la era digital.

Como bien decía Axelrod, al día siguiente nadie hablaba del discurso más importante en la vida de Romney. Ese para el que se había montado una convención de 55 millones de dólares (43,83 millones de euros), amén de otras cantidades similares empleadas en seguridad y en recepciones. La Convención del Partido Republicano en Tampa había pasado a ser la Convención de Clint Eastwood. Si en la noche del miércoles los republicanos celebraban que el discurso del candidato a vicepresidente Paul Ryan llegó a generar 6.000 tuits por minuto, el jueves no había récord que marcar por parte de Romney. El actor de 'Harry el Sucio' le arrebató el show con su irreverente diálogo a una silla vacía, en el que se tomó licencia para matar al presidente invisible que sentó en ella. Su nombre llegó a generar 57.507 tuits a las 10.19 horas de la noche, según la firma de análisis Topsy.

Eastwood salió sin discurso, pero es Twitter quien ha reescrito el guión de las convenciones. En 2008 Barack Obama descubrió la aplicación de las redes sociales a las campañas políticas, pero en 2012 Facebook ya es mayor de edad. El nuevo deporte es tuitear mientras se ve el espectáculo por televisión. Por primera vez las campañas de los candidatos han contratado equipos para alimentar los mensajes de 140 caracteres, pero pronto se han dado cuenta de que el monstruo tiene vida propia. «Ya no podemos controlar el mensaje, como mucho perfilar el diálogo», confesó Zac Moffatt, director de medios digitales de Mitt Romney. «En parte eso es lo divertido, pero da miedo».

Los conservadores le han cogido pronto el paso a la campaña de Obama. Aprendieron el uso de la tecnología y lo aplicaron al movimiento del Tea Party que ha sacudido la política estadounidense en los últimos cuatro años. Facebook lo tienen dominado y no se les ha quedado viejo, por mucho que Twitter empuje. Según Katie Harbath directora de instrumentos digitales de la campaña de Romney, el jueves por la mañana había 2,2 millones de personas hablando de su candidato en Facebook.

La cifra sin duda palidecerá esta semana en comparación con la de Obama. Romney tiene menos de seis millones de seguidores en la página que inventó Mark Zuckerberg, mientras que el presidente tiene más de 28. «Sí, pero en un momento cualquiera no hay más de millón y medio o dos millones de personas involucradas en una conversación», desestima la ayudante de Romney.

Momento especial

Esta semana no será un momento cualquiera. Los demócratas saben que del éxito de su convención en Charlotte (Carolina del Norte) dependerá el resultado de las elecciones del próximo 6 de noviembre. Muchos creen que la elección de la sede ha sido un error, pero los estrategas del Partido Demócrata prefieren verlo como una apuesta arriesgada. El Estado sureño había sido un sólido bastión republicano desde los tiempos de Nixon. Ni Bill Clinton ni John Kerry, cuyo candidato a vicepresidente John Edwards era hijo de esa tierra, lograron cambiarlo de color. Fue Obama quien rompió con 40 años de sólida trayectoria republicana por apenas 15.000 votos que difícilmente podrá mantener.

«Mi trabajo es asegurarme de que no gane», afirmó decidida Ada Fisher, una afroamericana judía del Estado que pide el voto para Romney. A ella nunca le cautivó la narrativa del primer presidente negro, pero sus hermanos de color están tan fascinados con ella «que no escuchan», dice indignada. «Tenemos un negro que no ha hecho ni una puta cosa por nosotros». La misión de Obama esta semana será mostrar los frutos de sus cuatro años de Gobierno y convencerles de que pasado lo peor de la crisis ahora tiene la oportunidad de entregarles la prosperidad que les prometió hace cuatro años.

«El mensaje que queremos machacar en las casas es que por su experiencia vital y sus creencias el presidente está comprometido de corazón con reconstruir una economía que funcione para los que trabajan duro», explicó Axelrod. La diferencia es ideológica. Ambos candidatos prometen restaurar el sueño americano pero mientras los republicanos creen que la bonanza de los ricos beneficiará a todos, los demócratas creen que hay empezar por las clases más necesitadas. Con un desempleo del 9,4%, por encima de la media del país, Carolina del Norte es terreno propicio. Si triunfa en este estado, la Casa Blanca puede seguir en sus manos.