caso bretón

Una llamada casual propició el hallazgo de los niños de Córdoba

El antropólogo Francisco Etxeberría reactivó el caso al dictaminar que los restos óseos encontrados en la hoguera eran humanos

SAN SEBASTIÁN Actualizado: Guardar
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Una llamada entre colegas, una de tantas que se cruzan para pedir una segunda opinión o simplemente compartir las dificultades de una investigación, propició el principio del fin del 'caso Bretón'. Al otro lado del teléfono, el geofísico Luis Avial, que ha colaborado con la Policía en la investigación con los medios de su empresa Cóndor Georadar y que trabaja habitualmente con el profesor Etxeberria en la exhumación de las fosas franquistas. Le confesó la frustración del rastreo, que no daba resultados a pesar de las sospechas que siempre habían manifestado sobre los restos hallados en la hoguera de la finca Las Quemadillas. «Quizá estáis buscando algo que ya habéis encontrado», le respondió Etxeberria después de conocer vía telefónica algún detalle de la extraña disposición de la hoguera, en forma de rectángulo. Desde la primera semana tras la desaparición de los niños, el pasado 8 de octubre, la hoguera se convirtió en la primera pista a partir de la que seguir buscando. «La huella térmica de la hoguera era anormal, lo vimos desde el primer momento: un rectángulo. Pasamos el georradar y se vio que no había nada, pero aun así se profundizó más de un metro con martillos neumáticos», ha explicado esta semana Avial.

Pero no fue hasta el pasado mes de julio cuando las pruebas empezaron a hablar. A partir de la conversación con Etxeberria, Avial le remitió una foto de la hoguera, con permiso del juez y de la propia Policía, dispuesta a repasar, una vez más, todas las pistas. «Entonces vi que merecía la pena que se revisaran los restos», ha explicado el forense. Así lo hizo, en un informe pericial solicitado por la familia materna de los menores y con el permiso de la autoridad judicial y la colaboración de la Policía. De hecho, una vez recibido el 'encargo', se trasladó a la sede de la Policía Científica en Madrid para analizar in situ todas las pruebas recogidas. «No tardé ni cinco minutos en ver que eran huesos humanos», ha reconocido esta semana tras la revelación del caso.

Forense de la memoria

Resulta curioso comprobar en la figura de Francisco Etxeberria cómo la historia engulle fechas, nombres y acontecimientos, hasta conformar una memoria moldeada por la mirada de cada cual. Es el perito que identificó los restos de los etarras Lasa y Zabala, asesinados por el GAL. Su trabajo en la exhumación de fosas de la Guerra Civil le ha valido también el apodo de 'forense de la memoria'.

Esta semana se ha convertido en el hombre que ha dado un vuelco a las investigaciones sobre la desaparición de los niños Ruth y José al firmar un informe que demuestra que los restos hallados en una finca de la familia de José Bretón -el padre de los menores- en Córdoba no pertenecían a roedores, como dictaminó en su día la Policía Científica. Eran huesos humanos de «seres inmaduros», de corta edad. Los pequeños tenían 2 y 6 años. Tres décadas de experiencia acumula a sus espaldas este profesional que se dedica a reconstruir el pasado con meticulosidad, pieza a pieza «como en un puzle», sin dejar escapar detalle, para intentar aportar datos que ayuden al esclarecimiento de una muerte; de una vida, al fin y al cabo.