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Mario Draghi, presidente del BCE, atiende a la canciller Angela Merkel durante el G-20 celebrado en noviembre pasado. :: G. HORCAJUELO / EFE
Economia

El futuro del euro, pendiente del pulso entre el BCE y Alemania

Draghi intenta vencer la resistencia de Berlín a que el banco central ayude a España con la compra de bonos para aliviar su asfixia financiera

ALMUDENA DE CABO CORRESPONSAL
BERLÍN.Actualizado:

Llega la hora de la verdad tras varias semanas de controversia sobre la actitud del Banco Central Europeo (BCE) ante la aguda crisis de la deuda, que amenaza el futuro del euro. Mario Draghi, el presidente de la entidad, se convertirá el próximo jueves en el gran salvador de los países del Sur de la UE que se encuentran en el ojo del huracán si adopta las «medidas extraordinarias» que anunció hace un mes, sin concretarlas, para aliviar los angustiosos problemas de financiación de España e Italia. Sus insostenibles primas de riesgo solo les permiten conseguir dinero en los mercados a unos precios prohibitivos, que engrosan los abultados déficits públicos que están obligados a recortar drásticamente para cumplir las exigencias de Bruselas. Es decir, la pescadilla que se muerde la cola. Por contra, si el consejo de gobierno de la institución sigue sin dar ese paso, al que Alemania se resiste con uñas y dientes si significa la compra de bonos estatales, dará alas a la escalada especulativa que sufren los socios más débiles de la moneda única, cuya caída haría tambalear toda la Eurozona. Su rescate pleno -al estilo de los experimentados por Grecia, Irlanda o Portugal- es inviable por la enorme dimensión de sus economías.

Draghi ha prometido que hará todo lo necesario para salvar al euro en un mensaje dirigido a los mercados y que alivió durante unos días la presión sobre la deuda española. La pregunta que se cierne sobre el BCE es cómo de lejos puede llegar Europa en ese empeño. Para Alemania está claro: el Tratado de la UE está para cumplirlo. Y si a alguien se le olvida cuál es su marco de acción, ahí está el todavía poderoso Bundesbank para subrayar cuál es el camino correcto. Su presidente, Jens Weidmann, ha advertido esta semana de que la compra de deuda de países en apuros por parte del BCE convertiría a este organismo en un financiador de los estados, «algo expresamente excluido por los tratados europeos». Además, ha declarado al semanario 'Der Spiegel' que una salida de ese tipo «puede crear adicción como una droga».

Regar con dinero a los países en apuros ha sido desde siempre un asunto tabú para el BCE. El anterior presidente del Bundesbank, Axel Weber, renunció al cargo el pasado año en protesta por la existencia de un plan -actualmente congelado- de adquisición de deuda, por el que el Banco Central Europeo llegó a invertir hasta 211.000 millones.

Ahora le toca el turno a Weidmann, que se quedó solo en la última reunión del BCE en su oposición al propósito de Draghi de reactivar un programa de esa índole, aún sigue sin detallar, y que previsiblemente supondría medidas de ajuste adicionales a los estados que se beneficiaran de ese medida. La propuesta contó con el respaldo de todos los demás vocales; incluso del otro alemán presente en el consejo, Jörg Asmussen. ¿Seguirá sus pasos el presidente del Bundesbak si no consigue imponer su opinión en la entidad?

Hans Olaf Henkel, expresidente de la Asociación Alemana de Industria (BDI), compara el pulso del que depende el futuro del euro con un combate de boxeo, con Draghi y Weidmann enfrentados en el ring. «Weidmann golpea al hombre más fuerte. Sin embargo, el juez está de parte de los países receptores y ganará el combate», ha escrito esta semana en el diario económico 'Handelsblatt'. También lo ve así Asmussen, vocal del BCE. «Actualmente se elaboran los detalles técnicos y operativos del programa de compra de deuda» aunque es conocida la oposición del Bundesbank, apuntó el pasado lunes.

No obstante, su antecesor en el cargo, Jürgen Stark, no ha dudado en saltar al cuadrilátero para alertar de que el «el BCE está volviendo a sobrepasar la línea roja». El programa de compra de bonos de países en crisis que se puso en funcionamiento en mayo de 2010 -ha resaltado- se creó «de facto» sobre la prohibición del Tratado de Maastricht de adquirir deuda estatal. Además, ha alertado del riesgo de «una elevada inflación, no hoy ni mañana, pero sí a medio-largo plazo». La propia canciller, Angela Merkel, se ha sumado a esas tesis al respaldar al presidente del Bundesbank y alabar sus advertencias sobre los límites de actuación del BCE. Una postura contraria a los intereses de España, cuya prima de riesgo ha vuelto a repuntar. El Gobierno de Rajoy ha lanzado una ofensiva diplomática en un intento de corregir la negativa de Berlín y lograr un balón de oxígeno que le abra las puertas de los mercados a precios asequibles, pero sin nuevas condiciones.

El Bundesbank se tomó de modelo para crear el BCE. Sin embargo, los principales economistas alemanes defienden que actúa como si se hubiera olvidado de cuál su principal objetivo: la estabilidad de los precios en la zona euro. Una actitud intolerable tanto para las altas esferas de la economía como para el alemán de a pie y futuro votante en las elecciones generales del año que viene.

El miedo a la inflación está presente en todas las decisiones del gigante germano, que aún recuerda las nefastas consecuencias que el aumento descontrolado de los precios tuvo en la República de Weimar, hace ya 90 años. El ahorrador alemán siempre verá un alza de ese indicador como el mayor demonio de la economía y, si no, siempre estará ahí el solícito diario sensacionalista 'Bild Zeitung', el de mayor tirada del país, para desatar los demonios.

Los dirigentes políticos saben por experiencia que con las finanzas de los alemanes no se juega. Los fondos de rescate no cuentan con el beneplácito de los germanos. Ningún líder de un partido resistiría en las urnas un apoyo público a los famosos eurobonos ni ningún otro plan que suponga hacer frente a los problemas económicos de otros países. Lo saben desde la Unión Cristiana Demócrata (CDU) de Merkel hasta la oposición liderada por el Partido Social Demócrata (SPD). Queda menos de un año para las elecciones y, aunque eso es mucho tiempo para la vida política, los últimos sondeos demuestran un creciente apoyo a la canciller.

La seriedad alemana y su mano firme en las finanzas chocan frontalmente con el desarrollo de la llamada a convertirse en la gran tragedia griega. Desde hace días se suceden noticias sobre la permanencia o no de Grecia en la zona euro y el deseo de su primer ministro, Antonis Samaras, de conseguir más tiempo para cumplir las exigencias de la UE a cambio de recibir un nuevo paquete de ayudas. Un deseo que se enfrenta de bruces con los muros de la cancillería de Berlín. Para el Gobierno alemán, más tiempo significa más dinero. Y es algo a lo que no está dispuesto.

310.000 millones de coste

Los alemanes son conscientes del elevado riesgo que asumen. Tanto que podría suponer hasta un billón de euros para sus arcas públicas, según los cálculos de los socialdemócratas. Su portavoz presupuestario, Carsten Schneider, ha hecho hincapié en el diario 'Frankfurter Rundschau' en que Alemania responde como principal garante «del paquete de ayudas para Grecia y de los fondos de rescate con un total de 310.000 millones de euros para que los países deficitarios hagan frente a sus deudas; aportamos sumas aún mayores para las transacciones del BCE».

El último aluvión de críticas sobre Grecia ha llevado a Merkel a llamar al orden a los dirigentes de la coalición que la mantiene en el poder, a los que emplazó a «medir sus palabras» después de que el secretario general de la CSU, Alexander Dobrindt, pronosticara el pasado domingo que el país heleno estará fuera del euro en 2013 y acusara a Draghi de hacer méritos «para aparecer en los libros de Historia como el falsificador de monedas de Europa».

El tono duro adoptado frente a Grecia y los países «de la dolce vita», como los calificó Dobrindt -quien presumiblemente incluía en el paquete a España e Italia-, es visto por los expertos como una forma de distinguirse de los rivales de cara a los comicios del año que viene. No hay que olvidar que, según los últimos sondeos, un 75% de los alemanes está en contra de suavizar las condiciones impuestas a Grecia para su rescate, mientras que un 69% rechaza un tercer plan de salvación para el país heleno.