Hablemos de drogas
Actualizado:Por si todavía no lo saben, cosa que dudo, el próximo martes se inaugura en San Antonio la carpa instalada por la Caixa –un año más, ya pueden llamarla tradicional– que trae otra exposición de esas interactivas que tanto interés despiertan en un público amigo de lo gratis y ávido de aporrear botones. Llega a Cádiz la muestra ‘Hablemos de drogas’ que se inicia, según la organización, con el impacto social de las drogas y que a través de «innovadores módulos interactivos y audiovisuales» –lo de aporrear botones– descubre los efectos que genera el consumo sobre el cerebro y sobre la conducta general del ser humano. El objetivo, dicen, es el de prevenir el consumo de drogas entre los jóvenes y el de proporcionar herramientas para que tengan una actitud crítica ante estas sustancias nocivas. Entre los grandes atractivos de la exposición se encuentra «un simulador de juego de ruleta rusa con el que podremos conocer la probabilidades de caer en la adicción a cualquier tipo de droga» –más aporreo de botones–. Bien, dirá usted. La Caixa se aleja este año de los fenicios, de los monos y de los avances científicos para entrar de lleno en uno de los problemas que más acechan a la sociedad, el de las debilidades y las dependencias. Porque de débiles y de dependientes está el mundo lleno, y cada vez más. De gente que no pone en duda nada, olvidando que de las cosas más seguras, lo más seguro es dudar que dijo Cervantes. Porque es más fácil pastorear ovejas que enfrentarse a una ganadería de mihúras, evidentemente. Y es más fácil distraer al personal con fuegos de artificios que mostrarles la hoguera en la que arde el futuro. Y hemos perdido el interés por casi todo. Somos adictos a una droga que nos ha matado la curiosidad. Sí. Hablemos de drogas, de cualquiera de ellas, de las que atontan, de las que causan euforia, de las que deprimen y de las que achispan los ánimos.
Hasta el DRAE dice que la curiosidad es el «deseo de saber o averiguar alguien lo que no le concierne», cargando el término de unas connotaciones negativas que producen rechazo en el área más cercana pero que provocan admiración cuando la curiosidad se aplica a lo lejano, lo que no deja de ser, paradojas del habla, curioso, o ridículo. Curiosity es el nombre del explorador espacial de la NASA desde el que Charlie Bolden les ha hablado a los marcianos «speaking to you via the broadcast…», un mensaje que como la huella de Amstrong parece que es un gran paso para la humanidad. Si hubiera vida en Marte, cosa que dudo, porque sigo fielmente el principio de la incertidumbre, habría que ver la cara de sus descojonados –o acojonados– habitantes al escuchar al amigo Charlie. Querer sabe qué pasa en el espacio es curiosidad, querer saber qué pasa en el país es meterse donde a uno no lo llaman.
Y como no nos han llamado todavía para contarnos qué pasará de aquí a unos meses, no nos queda otro remedio que encomendarnos a todos los santos del cielo –que no del espacio–. Para que vayan entrenándose, tienen esta noche Cigarreras, y mañana la Divina Pastora de Beato Diego. Lo de las drogas, no lo confunda por si acaso, el martes.